Emmanuel Swedenborg (1688-1772) fue uno de esos personajes
curiosos de la historia que abrió vistas al mundo de la imaginación del más allá.
Hombre culto, con estudios de ingeniero e investigador en varios campos del
saber, de repente a una edad ya madura; comienza a descubrir y a anotar
aquellas dimensiones invisibles para el ojo de la calle, pero que él decía ver
y percibir como si estuviera viajando por otro país del globo. A partir de
Swedenborg el más allá adquiere una vida propia que no es más que la continuación
de la vida terrestre, pero en otros planos de ascenso o descenso hacia los
Cielos o a los Infiernos. Su ética y moral son inmanentes al libre espíritu y
libre albedrío de la persona que se va perfeccionando o degradando a medida que
avanza o retrocede en una proyección infinita espiritual. Ridiculizado por unos
pero maestro de otros como Edgar Allan Poe, William Blake, Henry James (padre)
y Emerson; su voluminosa obra tiene como base fundamental la “ley de las
correspondencias” bien explicada por Colleen McDannell y Bernhard Lang en su
muy entretenida y documentada “Heaven. A History.” (Hay traducción al español
de Altea, Taurus, Alfaguara. Madrid 2001).
En nuestra vida cotidiana y fortuita respondemos al mundo
como si las cosas se compusieran sólo de su apariencia y no tuvieran relación
con nosotros, que las percibimos; un árbol o una planta poseen “arbolidad” o “plantalidad”
independientemente de nuestra percepción. Nuestro estado psicológico o moral no
puede alterar la apariencia de la planta o del árbol porque un árbol es sólo un
árbol y carece de toda otra dimensión. Para Swedenborg, sin embargo, “La
naturaleza fue creada con el único propósito de albergar lo espiritual. Existe
en el mundo material una dimensión muchísimo más profunda de lo que podía
revelar una simple mirada; bajo las apariencias se esconde una realidad
espiritual. La materia no está alienada o separada del espíritu, sino que es
esencialmente uno con él.” Swedenborg mantenía que “la totalidad del mundo
natural se corresponde con el mundo espiritual no de forma general, sino en
todos sus detalles”. Para cada elemento del del mundo natural o material existía
un homólogo espiritual. “El Cielo está conectado con la tierra por medio de
correspondencias”. /. El desarrollado sentido de la analogía de Swedenborg le
permitió ver en las cosas corrientes realidades más elevadas y construir así un
puente desde el mundo terrenal al plano de existencia divino../.
./. El mundo sensible del Cielo refleja directamente la condición espiritual de sus habitantes. todo lo que existe en el otro mundo representa la "afección" de algún espíritu o ángel. De esta forma, los temas celestiales y espirituales no son ya ideas puramente abstractas y teóricas, sino que están albergadas y revestidas de una existencia sensible, lo que les hace parecerse mucho a las formas que se encuentren en el mundo natural de la tierra.
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