Despertamos por la mañana con la ansiedad del trabajo. Hemos de navegar por los mares de la oficina, del instituto; de la fábrica, de la iglesia, de la tienda; de la obra. Y hay que navegar por las aguas tranquilas en ocasiones, o turbulentas en otras; o rozando y chocando con otros cuerpos; para luego volver al puerto y en el puerto formar de nuevo los mismos ensamblajes con sus variaciones. Los ensamblajes del hogar, de la familia; de la vida privada. A veces las corrientes son calmas; otras más movidas y los vaivenes más ondulantes y entonces viene la náusea, las ganas de vomitar. Dejamos de vomitar y luego nos sentimos a gusto mullidos en el sofá con el gato en el regazo y los niños haciendo los deberes y la tele puesta y el señor o la señora mirando los recibos del mes en el ordenador.
Podemos despertar con la ansiedad política-económica y para ello están las radios y las televisiones y los periódicos; para servírnosla en bandeja como desayuno. Y en el coche vamos rumiando las noticias casi siempre desagradables y si el mundo va mal, entonces no soy yo solo quien se queja y está mal; quizás mejor todavía, no estoy del todo mal después de todo. Hay mucha gente en paro, gente que ya no recibe más paga que la caritativa; y la navegación desde los barcuchos del paro es siempre angustiosa. La mar te lleva de un sitio a otro sin rumbo y sin saber dónde vamos a zozobrar. Se vomita mucho en todo caso. Se vomita con el cuerpo y con el alma, pero luego viene la calma temporal.
Ansiedad de ansiedades, dijo el Cohelet. La vida es al arte de la navegación. Puede que en algún momento gocemos de las playas tropicales en algún islote; pero luego viene el temporal y nos arrastra el barquito hacia mares inesperados. Oh vida. Goces de los goces, dijo el Cohelet. Ansiedad de ansiedades, dijo el Cohelet.
11 enero, 2012
4 comentarios:
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¡El arte de la navegación! ¡Ay, Sr. Nesalem!
ResponderEliminarEsa imagen que le ha puesto a este artículo es perfecta. Imagínese Ud. en ese mar embravecido, hostil, frío hasta la muerte, "navegando" en él agarrado a un mezquino tablón.
Eso es la vida. Eso es el mundo.
Cuetu
Su tablón Sr. Cuetu parece ser la Ciencia, pero ante ese mar embravecido tanto el científico como el sacerdote o el sabio y el necio, o el loco, están en un plano de igualdad absoluta. Son modos de existencia de un mismo ser. Cada uno hace lo que puede y hasta donde le dejan.
ResponderEliminarEl científico se mueve por los afectos del descubrimiento de la las leyes físicas que rigen el mundo. Eso le da placer y alegría. Aunque luego en su vida extracientífica sea un modo de existencia pasivo que se mueve en función de otros modos de existencia que lo merman y lo reducen a la condición de esclavo.
El sacerdote se mueve por los afectos del juicio divino que ha de castigar y premiar o salvar a esa perversa humanidad. Es su venganza privada y personal ante un mundo que no va como a él le gusta. Es el juicio moral basado en el Orden Divino.
Todos hacemos lo que podemos y hasta donde nos dejan. No hay esencia racional que nos defina y que haya que realizarse. La realización de la potencia es el acto y en el instante.
Amén
Sí; vea Ud. la biografía de Kepler, por ejemplo. Anda estos días por el Canal de Historia un reportaje sobre su vida. Y es admirable como en esas crueles condiciones (matanzas de niños, peste, madre juzgada por bruja...) pudo producir una obra científica tan extensa y fabulosa.
ResponderEliminarCuetu
Sí, el mundo son muchas cosas a la vez. Buena imagen la navegación Nesalem.
ResponderEliminarK. (No-Kousinsky)