Filosofías:-
En torno a ciertas filosofías se pueden producir territorios comunes afectivos.
Los existencialistas pueden relacionarse afectivamente en torno a esa forma de
entender la vida; el post-estructuralismo, el marxismo, el cientifismo
positivista, etc. No obstante el
conocimiento filosófico suele quedar reducido a minorías que muy pocas veces logran confluir como grupos u organizaciones. Una filosofía en ningún modo puede constituirse como territorio común necesario salvo que pase a ser asumida por una ideología con poder.
conocimiento filosófico suele quedar reducido a minorías que muy pocas veces logran confluir como grupos u organizaciones. Una filosofía en ningún modo puede constituirse como territorio común necesario salvo que pase a ser asumida por una ideología con poder.
Podríamos hacer una relación de territorios comunes necesarios tanto espaciales (parques,
calles, mercados, etc), como institucionales: organismos públicos,
instituciones, leyes, normativas; el mismo idioma que hablamos, etc.
Podíamos también hacer una relación de de territorios comunes necesarios de
conocimientos científicos, objetivos, académicos, médicos, etc. Pero lo que
ahora nos interesa es la relación de los individuos con sus territorios comunes
afectivos o viceversa: la relación de los territorios comunes afectivos con los
individuos.
Es evidente la
singularidad de cada individuo y sus potencialidades afectivas dadas
por múltiples factores incapaces de ser reducidos a una sola y única composición
objetiva. Esta singularidad está formada por factores biológicos, orgánicos,
mentales, psicológicos, además de culturales, familiares-afectivos,
existenciales; circunstancias históricas, socio-económicas, etc. A esta
singularidad individual podríamos llamarla el
alma o territorio de delimitación
de cada individuo.
Al no existir jamás la posibilidad de reducir el territorio
de delimitación o alma del individuo a parámetros de objetividad; tampoco es
posible la identidad de territorios comunes afectivos de todos los individuos. Toda
identidad basada en ideologías totalitarias o religiones universalistas que
aspiran a una territorialidad común afectiva planetaria, están abocadas al
fracaso y, en algunos casos de religiones políticas, a la continua tentación de
imponerse también por la coacción y la violencia.
Es acertado establecer un axioma de convivencia democrática
delimitado por el mínimo común denominador de coacción y violencia: el
referente de la Carta de los Derechos Humanos (se hace necesaria también una Carta de Deberes Humanos) creo es el más apropiado a nivel
internacional y sin excepcionalidad o coartada basada en creencias, ideologías
o tradiciones seculares que inculquen actos de barbarie. Es quizás el único
marco que hace más posible el infinito juego de territorios comunes afectivos
de las almas (territorios de delimitación individual).
Sin ese riguroso marco (rigor con la ley) basado en el axioma de los Derechos Humanos
corremos siempre el peligro de que ciertas e impredecibles afectividades
comunes afectivas se conviertan en pretextos de barbaries totalitarias de cualquier
tipo de fascismo, tanto de izquierdas, de derechas o religiosos.
Hay gente por ahí que sigue soñando en una dictadura, o volver a dictaduras ya vividas. Creen que el Dictador va a obrar como un representante de Dios en la tierra y a hacer las cosas bien y dando palos a los malos. Eso es una ilusión vana y además peligrosa. El Dictador es un gobernante sin cortapisas, caprichoso llegado el caso; dador de dádivas a sus siervos y esclavos; corruptor de mujeres decentes; educador en propagandas paranoicas y por lo tanto corruptor de niños también. Algunos dictadores gozan con la tortura y hacen torturar a mansalva y en nombre de la Patria.
ResponderEliminarBien es verdad que nuestra democracia española está cargada y sobrecargada y hasta cagada de corruptos, de mafiosos con espíritu popular y populista; de tramposos sin escrúpulos, de fríos psicópatas de la política y cosas por el estilo, pero todavía y aún así es preferible la democracia al dictador de turno. Mejor el poder diseminado que no demoníacamente centralizado y bajo el capricho de cualquier hijo de puta. Pero si nuestra democracia está así es por muchos lastres históricos y culturales que no desaparecen de la noche a la mañana.