16 diciembre, 2013

CUENTOS RAROS PARA UNA ÉPOCA RARA

Jukana Contaplamos decía que había tantos dioses como religiones y que para salvarse lo que había que hacer era ser fiel y obediente a la religión que te había tocado nacer. Si eras musulmana pues tenías que
seguir siendo musulmana toda tu vida. Si eras cristiana católica de nacimiento pues tenías que obedecer a tu religón de todas todas. Si eras de la makumba pues también. Si eras cienciológica pues también. No había térmnos medios, ni clarioscuros. Todos aquellos que se convertían a otra religión serían condenados irremisiblemente por traidores. No cabe duda que Jukana Contaplamos era muy dura e inflexible en sus convicciones. Los que no creían en nada acabarían siendo condenados viviendo como gusanos carroñeros por toda una eternidad. Cuando veía a Jukana por la calle me daba miedo. Ella era de una extraña secta que hacían cosas raras.

Nekaplona de Ripartones decía que los países hispanos no tenían futuro alguno porque estaban racialmente mezclados con sangre negra, mora e india. Repetía en ocasiones que la degeneración genética de los países hispanos nos hacía gente proclive a la corrupción, a los autoritarismos redentoristas, a la mala leche y a dar voces en los bares y sidrerías. Además nuestros genes no nos permitían ser razonables ni ecuánimes. Yo le pregunté si eso estaba científicamente demostrado y ella me dijo que había una conspiración de gente muy poderosa que prohibía este tipo de investigación, pero que algunos científicos sabían que era así. Muchos de estos científicos eran asesinados o desaparecían o cosas parecidas. Todo ello era posible porque esa gente
poderosa que formaban contubernio querían hacernos a todos esclavos degenerando las razas a base de mestizaje. Yo cuando veía a Nekaplona por la calle me hacía temblar las piernas. Le tenía terror. Era una mulata de ojos de fuego y con cuerpo de serpiente lasciva.

Kotoplón Mitareñado contaba que cuando Cirilus Petravista murió lo había hecho en la cama de noche y durante un sueño. Siguió diciendo que en aquel sueño estaba bailando en una verbena gigantesca y que en un momento dado la luz se apagó......./.........y se apagó definitivamente y de forma absoluta. O sea, se murió. Nadie sabe qué ocurrió después. Le pregunté a Kotoplón que cómo sabía eso; entonces se arrimó a mi oreja y me contó algo que me hizo retroceder cien pasos y caer por unas escaleras que me produjo la muerte al instante.../...

2 comentarios:

  1. Otros nos hablan de que todas las religiones conducen al mismo Dios y de que al final todos seremos acogidos con amor por el Altísimo. Hay gente para todos los gustos. Hay gente incluso que no cree en ningún dios. La gente somos muy complicada. A uno le gusta el chocolate espeso y a otro no. A otros les gusta el Barsa y a otros el Madrid. Unos son gente huraña y otros son abiertos al mundo. Somos así. En el fondo nos gustaría que todo el mundo fuera como a nosotros nos gustara que fueren, pero ese deseo es imposible y entonces nos vengamos de alguna manera de este mundo cruel en nuestros fueros internos. Gracias a los dioses, nuestro fuero interno está todavía libre de interferencias estatales o políticas y entonces nuestro fuero interno es libre de pensar y desear las mayores bondades o las mayores bestialidades y horrores.

    Seguro, seguro que hay un ente superior por ahí que es el único capaz de leer nuestros pensamientos y de verlos al mismo tiempo. Ese ser superior sabe de nuestras locuras y que todos estamos locos como cabras. Unos revientan su locura y otros la guardan en su barniz de decencia. Sólo el ser supremo sabe de esa locura en todos sus detalles. Era parte del Plan que el humano tuviera un cerebro alocado y descompensado.

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  2. ¿Y el que fuera hijo de un matrimonio mixto religiosamente hablando, o de ateos? Yo pensé en qué ocurriría si cada creyente recibiera lo que pensara que habría de recibir: budistas e hindúes su reencarnación, cristianos su paraíso, musulmanes su jardín, etc. Eso sí, los ateos obviamente nada de nada.

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