18 julio, 2011

REFLEXIONANDO SOBRE EL MAL EN CORLEONE

Cuando paseaba por Corleone en Sicilia, pensé en el mal. La mafia siciliana cuando mataba hasta hace poco lo hacía con ensañamiento y crueldad. La mafia es capaz de imponer un transfondo de temor, miedo y hasta terror a una sociedad entera. El mafioso viene a decirte: Todos estáis condenados a muerte; todos estáis bajo el poder que me otorga la fuerza de las armas y mi total desprecio por las leyes. Yo soy quien hace las leyes y yo las impongo de la forma más efectiva posible. O pagas el “pizzo” o ateneros a las consecuencias.” La mafia siciliana en Sicilia parece ahora estar adormecida, aunque en la prensa no hay día que no haya noticia de detenciones de mafiosi; pero no hace falta repasar los miles de muertos que cayeron en las guerras de la mafia. Las víctimas no fueron solo producto del ajuste de cuentas entre ellos; sino también jueces, políticos, activistas sociales que le hicieron frente y perdieron la propia vida con la complicidad de otros jueces, de otros políticos (algunos de las altas esferas del poder italiano)y de bastantes policías que miraban para otro lado. Hay un libro que acabo de leer que me parece uno de los mejores sobre el tema: “A History of the Sicilian Mafia: Cosa Nostra” de John Dickie. Creo que hay edición en español publicada por editorial Destino.

Corleone quiere limpiar la mala imagen que tiene por ser cuna de muchos jefes del clan de los corleoneses con proyección en Estados Unidos. Los corleoneses fueron por mucho tiempo el clan mafioso más “militar”, más cruel, con más influencia y “territorio” en la isla. Fueron ellos bajo órdenes de Totó “u curtu” Riina quienes volaron el coche del juez Falcone y posteriormente Paolo Borsellino. En esos años se sucedieron asesinatos tras asesinatos en las calles y barrios de Palermo, en pueblos, en carreteras, y en otras ciudades italianas como Nápoles, Milán, etc. El poder de la mafia siciliana parecía omnipotente en un país susceptible a este tipo de corrupción.

Pero mi reflexión en Corleone fue sobre el mal. Quizás el mejor escenario para reflexionar sobre el mal. Bien es verdad que uno visita Corleone algo predispuesto por la película de El Padrino, pero aun sin haber visto la película (cosa que hice hace mucho tiempo); el pueblo te induce a pensar en el mal y su forma de obrar, sus consecuencias; su peculiar moral interna y amoralidad externa; sus ritos de iniciación influidos por la masonería. Su capacidad de enquistarse como un virus en la sociedad y el Estado con efectos tan vampirescos, como letales; su capacidad de corromper. Y, sobre todo, su crueldad, su increíble potencial para matar en cualquier sitio: la calle, la cárcel, etc. Corleone se parece físicamente a cualquier pueblo grande de Aragón o Castilla, pero pesa en su haber ser cuna de mucha mafia ya desde sus principios. Lo recuerdan los nombres de algunas plazas y calles, de algunas placas conmemorativas; del pequeño museo de la mafia.

El mal. Evil. No es lo mismo cometer errores que cometer actos malvados y perversos. No es lo mismo actuar por necesidad o situación extrema que actuar con maldad, con malevolencia: diabólicamente. Hay algo en el mal que lo hace escapar a toda comprensión intelectual, racional. Hay algo “serio” en el mal que lo hace rehuir de todo sentido del humor, de todo objeto de chiste. El mal no soporta el humor. Va muy en serio. Todo aquello que “se comprende” de alguna manera, encuentra rápidamente su justificación, su exculpación: Actúan así porque hay pobreza, por que hay capitalismo salvaje, porque han sufrido traumas infantiles; porque no han tenido amor, etc. Pero eso no es cierto: el mal traspasa las líneas de clases sociales, ideologías, religiones, etc. El mal es como un flujo que habita y descoyunta el sentido moral de la vida, de las cosas. Sin un sentido moral efectivo, el mal tiene el campo muy abonado para actuar en las personas.

Es un tema polémico este, pero ahí dejo estas reflexiones.

2 comentarios:

  1. Leído con sumo interés. Llevo años reflexionando sobre el mal y coincido con algunas de sus apreciaciones. No hay racionalidad ninguna, ni ninguna justificación posible. Es pura emoción, puro odio, una inclinación al odio en estado puro, gratuito: "Parece que estos me miran mal, por lo tanto, los odio a muerte y, si llega el caso, los mato o los jodo bien jodidos", se dice el malvado. Siempre hay un punto de paranoia en el mal. Pero la base se me antoja que es una propensión al odio, al conflicto y a la violencia de origen genético. Incurable e intratable, por lo tanto.

    Runand

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  2. En una charla una vez sobre educación, la mayoría de asistentes eran incapaces de aceptar el problema del mal en su realismo. Todos lo veían como una "falta de afecto" que sufrió la persona en su infancia, "amor", "comprensión". Otros lo ven como una enfermedad que se puede curar. Otra ponía el ejemplo de no sé quien que logró rehabilitar a un porcentaje alto de un módulo de una prisión con su método de comprensión y dejar hablar y lograr redimir al malo que en el fondo es un pobre hombre, etc.

    Yo dije que el mal no había que confundirlo con la gente que comete errores. El mal es algo más intangible y más perverso. El mal se rie del terapeuta y le engaña y vueleve a las suyas que es disfrutar haciendo daño, despreciar y pisotear al débil o al que se ve como débil; etc. El malvado abusa de los niños, mata con inteligencia; explota con sadismo, etc.

    El mal es algo perverso y mutante. Pero nuestro mundo occidental está perdiendo la capacidad de entender el mal. Lo banaliza, lo "humaniza" con amor y comprensión. Cosa muy contraproducente. Fijaros cómo los Talibanes no ponen reparo alguno para enseñar sus torturas y fusilamientos en vídeos. Ellos nos desprecian por infieles y lo hacen saber (además cuentan con la justificación de víctimas). Nosotros sí. Ponemos muchos reparos. Nos culpabilizamos de todo. Tratamos de no herir sentimientos ni susceptibilidades con los piratas somalíes u otros. Pero el mal se aprovecha de nuestro sentido de culpabilidad y de autoreproche, para hacer más mal todavía: estos débiles, maricas europeos; etc..

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