Las cosas, los objetos, nos condicionan de mil y una
maneras. Creemos, normalmente, que son las personas y la sociedad quienes nos
condicionan a ser, a pensar, a reaccionar, a vivir; pero no nos damos cuenta
muchas veces cómo nos condicionan los objetos, la materia aparentemente
inanimada, inerte, muerta para
muchos. Mientras tratamos con objetos solemos
tener la mente ocupada en otras cosas supuestamente más importantes; en lo que
hemos de hacer en el futuro, lo que pasó ayer; el estado de ánimo y muchas
cosas más relacionadas con el pensamiento, con las representaciones mentales
enfocadas principalmente en las personas, trabajo, etc. Pero no nos damos
cuenta de que simplemente en el acto de vestirse los objetos con que nos
vestimos ya están condicionando nuestra vida. Los calcetines nos imponen
ciertos movimientos que resultan inexorables y nos fuerzan a un uso del tiempo.
Lo mismo la camisa, el pantalón o falda, que primero hay que planchar y luego
mirar si quedan bien, etc. No hablemos del afeitado o la puesta de maquillaje,
el peinado, previamente el bañarse y estar en contacto con el agua, la ducha,
el champú, el jabón, etc. Nos movemos entre objetos y entre ellos y nosotros se
establece una relación que nos condiciona para bien o para mal. Cada objeto
ocupa un espacio y requiere una atención mínima por nuestra parte. Un cepillo
de la ropa lo usaremos una vez al día o la semana, pero ese objeto requiere su
sitio propio, su lugar en nuestra mente. No puede quedar tirado en el suelo, o
encima de la mesa de la cocina: eso nos traería problemas con la persona con
quien convivimos. No hablemos ya de un coche, o de una televisión o de una
lavadora. Aquí los condicionantes son mucho mayores, a pesar del ocio o tiempo
libre que por otro lado nos proporcionan.
Y de aquí se deduce una cosa: cuantos más objetos poseamos más
nos han de condicionar nuestra vida en forma de atención, trabajo y preocupación.
Cuantos menos utilicemos menor será nuestro apego a ellos y menos será también
su poder sobre nosotros. También hay otra salida: tener los objetos que nos
gusten, pero ser conscientes de nuestra relación con ellos y darles vida
propia; reconocerles como entes en reciproca relación de necesidad. Así, cuando
colocamos los platos en el lavaplatos ser muy conscientes de lo que estamos
haciendo en relación con las cosas, con los objetos con quienes estamos
tratando. En ese momento la mente ha de estar ahí siendo consciente de los
movimientos que hacemos, de las posturas, del funcionamiento de la máquina. Cuando
limpiamos los zapatos hemos de estar en la labor de limpiar zapatos y nada más.
En ese momento estamos en contacto con la crema, con el aplicador, con el
cepillo; no con el
jefe, o con los chiquillos, o con la novia, o con los insolubles
problemas de la vil política. El cepillo, la crema, el zapato son objetos
nobles, callados, obedientes a nuestra necesidad. Nos fuerzan a movernos y a cierta
dedicación a ellos, pero si somos conscientes de lo que hacemos en ese momento también
nos premian con paz mental, con el sagrado silencio que implica el contacto con
la materia inocente ya domesticada; pero viviendo también la necesidad de
existir a su manera.
Pero elevemos a un nivel más alto nuestra reflexión: Cuando las cosas y los objetos actuan ya como tecnología "pesada", como armas, como máquinas informáticas, su poder sobre nuestras vidas y nuestro poder sobre la materia se han ya entrecruzado de forma indefinida e indeterminada. ¿Dónde está el espíritu del hombre independiente de la materia o el espíritu de la materia independiente del hombre?
Acertado en tus pensamientos como siempre amigo
ResponderEliminarLa idea de que los objetos son poderosos y llegan a poseernos, y no al revés,la expresa Julio Cortázar en el cuento "Cuando te regalan un reloj..." que termina con la frase "eres tú el regalado al reloj".
ResponderEliminarAlpargates
una vez en la universidad ví como una chica estaba muy nerviosa antes de hacer un examen porque perdió su 'llavero de la suerte`. Sin el pensaba que no iba a aprobar el examen!
ResponderEliminarEl ser humano es raro raro raro.......... Superstición con objetos es muy fuerte. Tambien hay un museo en USA que tiene el cepillo de dientes de Neil Armstrong (on loan) para que todos podemos gozar! Je je..... Lennon cantó..."you don't take nothing with you when you die........" only your soul.
Bryan from the Pool.