Lo prosaico. Lo cotidiano. La calle. Los vecinos. El bar de
la esquina. Las conversaciones banales y
aburridas. La gente corriente. El fútbol
en la tele día tras día y hora tras hora como tiene que ser. Sentados en el sofá
viendo la tele con sus maravillosos cotilleos. Leyendo la prensa en Internet y
viendo esas noticias desalmadas y programadas para ser noticias del día con sus
mórbidos efectos. Lo cotidiano. El hambre a ciertas horas. Las ganas de cagar
en otras. La mente viajando de allá para acá. Ánimo. Desánimo. Confusión y equívocos
como norma, con alguna excepción de claridad mental y optimismo prístino. Acuerdo
y desacuerdo. Que si dije, que si no dije. Caes bien o caes mal y no tiene
remedio. No se puede ser amigo de todos, ni tener tampoco demasiados enemigos. Hay
veces que estás cansado y hostil con el mundo; y otras que te levantas con ánimo
de cambiar el universo. Luego todo vuelve a la cotidianeidad y a lo prosaico.
Una gripe, un dolor de cabeza, una mancha ahí o un dolor aquí. El vaso de agua
en ocasiones. El gato que pide jugar contigo. El cacho de pan comido con
agrado. Una película en el cine. Una charla cultural o tertulia por aquí o por
allá. Tiras de la cadena del váter en forma de botón.
Podría haber habido una guerra y estar allí en el frente. O
haber sido esclavo en alguna plantación. O ser un magnate podrido de dinero y
caprichos jamás satisfechos. O empresario potente con ambiciones y ansiedades posiblemente
soportables. O un militar soviético en Siberia. O un pope ortodoxo en Serbia. O
una puta en un burdel de Bangkok o un chavalete corriendo por una calle de Marrakech
o un Ronaldo dando patadas al balón e inflando y deshinchando el ego.
Todo ahí en esa esfera que si la miras desde Marte no es más
que una esfera en medio de un frío casi absoluto y sometida a una gravedad
inexorable.
Pues sí, Sr. Nesalem; la cotidianeidad no tiene remedio. Porque, al final, la persona se da lúcida cuenta de que todo va mal en muchos frentes decisivos, por no decir en todos. En realidad, la persona ve que todo fue siempre mal, muy mal; pero antaño uno era niño o joven, y no era uno plenamente consciente de muchas cosas que le sucedían. Iba uno viviendo y tirando a trancas y barrancas, aquí caigo y allá me levanto. La madurez, con su bagaje de experiencias, observaciones y continuas reflexiones, da a la persona más sabiduría, más clarividencia; y ahora esa persona ve ante sí, claras como la luz del día, cosas de la vida que antes no veía; ve uno qué mal va todo, qué mal fue siempre todo y qué imposible es enderezar nada. Por ejemplo, sin ir más lejos, este cuarto de los posaderos: pide a gritos un arreglo, una limpieza, el uso de un buen ambientador, una mano de pintura, una renovación de mobiliario; en suma: enderezar algo. Pero por què será tan imposible enderezar nada en ningún lado y en ningún frente de este mundo? Así que va la persona tirando a trancas y barrancas, aquí caigo y allá me alzo, entre olas monumentales que continuamente se precipitan sobre ella. Eso sí, cada día más lúcida y clarividente. Sin embargo, cómo enderezar el mar y sus olas? In saecula saeculorum, amen.
ResponderEliminarEl Posaeru.
Sr. Posadero, permítame un consejo.
ResponderEliminarQuizás trabaje Ud. en algun pozo minero, bien en el interior o en el exterior, qué se yo, en un lavadero o en un parque de madera, cargando troncos de eucaliptus con gran esfuerzo físico.
Pues bien, de su sueldo, una vez pagado el mes a la patrona y previstos sus gastos de ropa, zapatos y tabaco, deje aparte una cierta cantidad cada mes. Guárdela en un cajón de la mesita de los posaderos, si se fia de sus compañeros de habitación (no se lo aconsejo), o en un bolsillo interior de su chaqueta mahón de diario, que siempre llevará Ud. puesta.
Y al cabo de unos meses, verá que dispone de unos ahorrillos con los cuales podrá pagar, de buen acuerdo con su patrona, el albañil, carpintero o trabajador que sea para hecer esos arreglillos en la habitación de los posaderos que tanto le cuesta a Ud. ponerse a hacer y que tan cuesta arriba se le pone.
De nada. Es que, caramba!, de cualquier cosa hace Ud. un drama cósmico existencial, oiga!
Pedrosa Latas
Sr. Posadero:
ResponderEliminarUsted tiene que abrazarse a su molesta vida cotidiana con amor, con espíritu de lucha, con la razón más rigurosa. Dése cuenta que esa vida cotidiana, prosaica, de patrona (habrá cosa más prosaica que vivir de patrona), es su oportunidad de fortalecerse, de fortalecer el espíritu; de hacerse guerrero (por cierto, creía que vivir de patrona era algo antiguo; de los años 60).
Yo conocí gente hace mucho tiempo que estaban de patrona y allí en esas pensiones lúgrubes, a veces; se hicieron grandes personajes, con buenas carreras y trabajos bien pagados. Hombres con gran voluntad, ambiciosos y guerreros con la vida. Uno vivía en una pensión de un pueblo de Castellón; y otro, que era extremeño,vivía en una pensión que era una buhardilla en un pueblo minero de Astutias. Estos dos personajes llegaron muy lejos en la vida gracias a esa lucha y temple de la vida de pensión.
Había una canción que circulaba por el Madrid de los early sixties que decía:
No he visto tía más guarra
Que la patrona mía
Me pone por judías
Bolitas de alcanfor.
Y de segundo plato
Mosquitos trompeteros
Que bailan en el plato
Al son del rock'n roll
Los filetes son de goma
Los fideos son de alambre
Y el agua la cocina
Parece tinta china.
Pues sí, Sres. Pedrosa Latas y Nesalem. Seguiré sus amables consejos y comenzaré la lucha por el arreglo de este cuarto de los posaderos. Primero, un albañil que haga plano este techo inclinado. Luego, un carpintero que arregle la ventana para que no entre el frío y la lluvia invernal. Después, un pintor que decore las pobres paredes. A continuación, un ebanista que construya finos muebles. Enseguida, un tapicero que ennoblezca suelos y paredes con sus creaciones. Y ya, por último, un afamado perfumista que tengo apalabrado, que perfumará el cuarto para quitarle de una vez este sórdido olor a sudor humano revenido. Ya me he puesto de acuerdo con los otros tres compañeros de cuarto para empezar mañana mismo. Ellos también aportarán su parte.
ResponderEliminarA partir de ahí, y con buenos platos de alubias y huevos fritos con chorizo encima de la masera, se ve uno ya más apto para la lucha por la vida, y para alcanzar las nobles metas a que todo ser humano debe y puede aspirar. Cierto es que la vida de posadero curte y da sabiduría, y como ejemplo me ofrezco. Gracias por lo que les toca y les dejo, pues tengo que levantarme a las seis para llegar a las siete de la mañana a Carbones, a la plaza de la madera, donde me esperan buenas cargas de troncos de eucaliptus para despachar al interior de la mina.
El Posaeru
Oiga, si no es indiscrección; ¿Cuántas personas viven y duermen en ese cuarto suyo? Parece una pensión de esas "de cama caliente", donde uno entra y duerme y luego viene otro de otro turno de trabajo y ocupa la cama hasta que llega el del otro turno y así. Duro, muy duro, pero aleccionador para aprender lo que es la vida.
ResponderEliminarNo, no, oiga; eso que Ud. llama "de cama caliente", de eso nada. Somos cuatro compañeros, y todos trabajamos en trabajos diurnos. Yo, como ya queda dicho, en la plaza de la madera de Carbones. Otro compañero es inválido civil, tiene el núm. 58.432, y regenta un quiosco de torraíllos y cortezas sito en un solar de una conocida avenida. Por cierto, que también piensa adecentar el quiosquillo, porque es de esos de madera vieja y renegrida, ya sabe, con una puerta de esas partida por la mitad, a través de la cual vende; para la cual reforma piensa solicitar un adelanto a Jefatura Provincial. El otro trabaja en un taller de vulcanizados; delgado, nerviudo y un poco cojo a causa de una polio mal curada; en el taller, se encarga de la sección "arreglo pinchazos camiones"; trabaja mucho, con grandes palancas, mazos, cuñas y llaves inglesas muy gordas; y de tanto trabajar, de vez en cuando le entra un ahoguillo fuera de sazón que le corta el resuello, pero nada de cuidado. El otro es director de una empresa mediana, de la cual es propietario en compañía con otros dos socios; fabrican no sé qué aparatos hidráulicos y siempre está leyendo revistas inglesas de tecnología mecánica, que apila y guarda meticulosamente en el cuarto al lado de su jergón; parece que ahora van a asociarse con no sé qué empresa inglesa de cosas también hidráulicas. Dice que va a comprarse un coche, uno de esos que llaman 600, color verde limón. Todos fumamos y bebemos tintorro, y dado que en esta pensión no existen esos lujos de ducha ni lavabo, el olor a sudor en la habitación es bastante fuerte, mezclado con el humo de tabaco y el olor a vómitos si, por ventura, uno vomita por culpa de un mal vino.
ResponderEliminarLa patrona es la señora Josefina, señora ya mayor que una vez criados los hijos e hijas, destina este cuarto de su buhardilla para nosotros, los posaderos. Así se entretiene y no está tan sola, a la vez que se saca unos dinerillos que muy bien le vienen en su vejez. A veces, en la cocina, después de ponernos los platos de patatas fritas con chorizo encima de la masera, se enzarza en largos diálogos filosóficos o de teoría económica y social com su marido, el señor Duero, jubilado de Carbones. Yo los oigo hablar y nunca intervengo, presa de profundo respeto por los temas tratados. Ah, se me olvidaba. Estoy pensando que, en la reforma del mobiliario, voy a dejar el baúl. sí, el baúl. En vez de tirarlo a la basura, le diré a un hábil artesano que lo restaure un poco y bien puede servir como objeto curioso, a la par que útil, puesto que es muy apto para guardar mudas, calcetines, trozos de pan que sobran de la cena y otros enseres. Un día que vinieron los nietos de la Sra. Josefina, les llamó mucho la atención el susodicho baúl.
Buena es la vida del posadero, sí señor, aunque dura; tiene Ud. razón y hay que verlo con optimismo y saber aprovechar sus enseñanzas. Como queda dicho, gracias a sus consejos y a los del Sr. Pedrosa Latas, proyectos no faltan, y tengo la convicción de que los posaderos de esta casa llegaremos a grandes cosas, como buenos jornales, corbatas y todo eso, triunfando en la lucha por la vida a base de convicción, trabajo duro, y tener las cosas muy claras. Y honradez, sobre todo honradez.
El Posaeru
A un extraterrestre le pareceríamos todos exactamente iguales, haciendo lo mismo, comiendo lo mismo, y siguiendo la misma rutina. En cambio, en nuestro interior, qué diferentes nos vemos a los demás (para bien y para mal)
ResponderEliminarLos interiores son la acción-reacción al mundo que nos rodea. Lo que nos atrae, nos repele o nos deja indiferentes. Ahí entra el sistema de representaciones ideológicas, artísticas, religiosas, etc. Es un interior de afectos: de rechazo/odio, de atracción/amor, etc.. Bueno, más complejo aun que todo eso.
ResponderEliminarLas pensiones y fondas siempre albergaron a individuos de profunda sabiduría y nostalgias profundas. Desde una fonda o pensión se vive la vida en forma de semi-independencia: un paso fuera del cuarto y uno ya está en territorio al margen de su jurisdicción. Todo depende de la familiaridad adquirida, las buenas o malas relaciones, el ruido que se meta al pisar el suelo, a veces de madera suelta que rechina; o cuando se va al váter el tiempo que se está, el agua que se gasta; los ruidos del pedorreo desafortunado; etc.
ResponderEliminarTodo esto produce un estar-en-el-mundo un tanto delicado y entonces el posadero se repliega en sus profundidades anímicas para producir melancolías que alcanzan a veces orbitas cósmicas; o también grandes e infinitas inspiraciones que acaban en grandes sistemas filosóficos, o insignes obras literarias. También han sido fuente, las pensiones o posadas de patrona; de buenos inventores de ingenios y artefactos que han ayudado a desarrollar las industrias de las naciones. Magos importantes, payasos, pintores, libertinos de toda calaña, y personas de sexualidades ambiguas y perversas han logrado sobrevivir en el medio de la pensión o posada o fonda.
Qué pena que estas fondas y pensiones con patrona vayan desapareciendo. No nos olvidaremos de esos olores a sudor humano añejo; de ropa que nunca acaba de sentirse a gusto con el tibio cuerpo que cubre y que siempre parece oler a desván o baúl. De ese vaso de vino sin acabar que queda en la mesa del comedor junto con unas migajas de pan.