Retropábano de Niracaselo nos explicó aquella tarde en el Café de los
Incipientes el por qué era progresista y monoteísta. Le escuchamos con mucho
interés, pues era un hombre muy peculiar. Solía vestir con unos bombachos rusos
y su barba no tenía fin. Además olía a ropa interior nunca cambiada. No
obstante fue un placer pagarle un café y escucharle. Dijo:
“Sí. Efectivamente soy progresista porque creo en un Gran Progreso y también monoteísta porque también creo que ha habido un Dios que lo
ha creado todo. Veréis:
En el principio era Dios que vivía en sí-mismo eternamente y
siempre transparente consigo-mismo. Nada ni nadie le molestaba y no había
posibilidad de alteración de su perfecta esencia. Ni tiempo, ni espacio ni nada
que lo sacara de aquella ensimismada eternidad. Hasta que un día sintió un
aburrimiento insoportable. Por primera vez sintió un hastío que lo envolvía en
una terrible e infinita melancolía. Tenía que hacer algo y ya era consciente de
que algo había que hacer. Algo minaba su ser desde dentro; de dentro a afuera, y;
ese algo era eternamente insoportable.”
En ese momento nos quedamos boquiabiertos. Nunca nadie nos había
hablado de aquella teología tan siniestra. Éramos todo oído. Y Retropábano
siguió hablando:
“Entonces Dios decidió suicidarse. Su desesperación era tal
que decidió suicidarse. Era necesario saltar, salir, romper aquella
insoportable situación. Y entonces explotó: Una cósmica e irreprimible fuerza
que surgía de su interior lo hizo volar en mil pedazos. Su plan era además
lograr que nunca más, ni jamás de los jamases, existiera nada; ni tan siquiera la
posibilidad de que algo existiera de nuevo. Así que su suicidio habría de ser
perfecto y de la única manera que era posible hacerse desaparecer así mismo definitivamente.”
Seguíamos absortos. Ni tan siquiera éramos ya conscientes de estar en
el Café de los Incipientes. Aquella si que era una metafísica del demonio. ¿Adónde iba a parar este blasfemo?
“Así que de aquella explosión infinita surgió el tiempo y el
espacio; la primera materia y luego las galaxias y luego los planetas, y luego
la vida; y luego la conciencia y todo ello envuelto en la materia oscura. Y fue
así porque era la única manera de hacer posible la aniquilación de todo, LA
ABSOLUTA ANIQUILACIÓN DE TODO. Poco a poco y a través de millones y millones de
años-humanos, todo ello se iría extinguiendo, enfriando, acabando y así hasta
el FINAL ABSOLUTO. En silencio total. La extinción total. Hasta llegar a la
misma NADA.”
Se quedó mirando hacia el techo y luego hacia nosotros: Y finalizó:
“Por eso soy progresista y monoteísta. Creo en el progreso,
en la Historia, en el Gran Final. Podríais decir que soy absolutamente
progresista y monoteísta. Creo en un Dios que se auto-sacrifica de verdad. Un Dios que
se suicida para que nada ni nadie sufran más.”
Acabó su café, manoseó su barba y diciendo adiós se fue.
A veces me pregunto adónde vamos. Gracias a la Ciencia y al mayor conocimiento de lo que somos, poco a poco vamos abandonando nuestros mitos y creencias. Ni tan siquiera existe un "yo" o alma en nosotros, sino que somos un espejismo fruto de interacciones físicas-químicas.
ResponderEliminarEn realidad es como si la vida va quedando reducida a una nada, a juegos de simulacros sin sentido alguno. Nos quedamos sin sentido alguno más que la pura contingencia de sobrevivir como sea.
Poco a poco la muerte va poseyéndonos. Esa nada que subyace a todo se va apropiando de todo. ¿Qué más da vivir de una manera que de otra? Todo importa un pito.
No es nueva esta idea. Los viejos cínicos de las antigüedades también sabían mucho de esto.
Y hasta los musulmanes temen perder el fuelle de sin razón que los sostienen por el momento. Es cosa de tiempo. Los cristianos lo están perdiendo a marchas forzadas. Los progres también saben que se aferran a un tablón en plena tormenta. Los más listos ha tiempo que han dejado de creer. Es todo conveniencia personal y colectiva. Un pretender "como sí".
Claro, pero yo le hubiera replicado a Retropábano de Niracaselo que un Dios que se aburre o que vive insatisfecho de tal manera que necesita crear, no es, por definición, Dios. Puesto que expeerimenta estados internos que se le sobreponen y no vive en estado de autosatisfacción y felicidad pepertua e inmutable propia de un Dios todopoderoso. Esta es la contradicción fundamental que subyace a la idea monoteista de la Creación.
ResponderEliminarCuetu
En cuanto a la idea nihilista de que, al no existir Dios, ya todo es lo mismo y tanto da vivir de una manera como de otra, yo le replicaría, Sr. Nesalem, que la misma vida nos va diciendo que no es lo mismo hacer unas cosas que otras. Cada persona hace lo que puede y considera que debe hacer. Igual existiendo Dios que no existiendo. Hay cosas muy malignas que las personas normales no podríamos hacer, y cosas que consideramos bueno y correcto hacer, por mucho que no exista Dios. La moral no se fundamenta en los dioses ni las religiones, sinó que es justamente al revés: son las religiones las que vampirizaron y se adueñaron de la moral, como si ellas la hubieran inventado.
ResponderEliminarCuetu
Creo que ha leído este epígrafe muy rápido. Le cuesta trabajo percibir el sentido del humor en clave mito. También me ha leído muy por encima por lo que veo. En un universo absolutamente absurdo y determinado por leyes inexorables, ¿qué sentido tiene hablar de malignidad o bondad? Da exactamente lo mismo. Es todo pura conveniencia Sr. Cuetu.
ResponderEliminarPero hombre, Sr. Nesalem, ¿cómo no voy a percibir el humor de un Dios que se suicida y así crea el mundo? Sólo expresé lo que yo, si hubiera estado en esa mesa de café, le hubiera dicho a Retropábano, también irónicamente, para llevar la conversación a la reflexión teorética.
ResponderEliminarEn un universo que es así como es realmente, es decir, movido por fuerzas materiales inexorables que se reflejan también en nuestra actividad mental, tiene todo el sentido del mundo hablar de malignidad o bondad. Ambos son coceptos que el lenguaje usa con un determinado valor, y si los usa es porque sirven a la finalidad de la comunicación. La observación de la malignidad o la bondad consiste en que unos determinados hechos físicos (materiales o energéticos) impactan sobre nuestro cerebro, y éste, como estructura material que es, reacciona ante estos hechos de acuerdo con su estructura material interna previa. Los hechos observados son sentidos por nosotros como una repugnancia o una simpatía, un rechazo o una admiración, un dolor o un gozo. Y esto es lo que vivimos y experimentamos, y, en este plano de la vida, tiene todo el sentido del mundo. Me opongo a lo que me horroriza, aplaudo lo que me satisface, hechos crudos y reales con una existencia incontrovertible. Y como yo, millones de personas. En un universo puramente material, pues, existen estos sentimientos y reacciones, y tiene todo el sentido del mundo el oponerse al mal, puesto que la esencia de la vida, es decir, el hecho de vivir, nos impulsa en esa dirección. A otros, los impulsa en otra, claro.
Si hubiera un Dios que estableciera una moral, nada tendría sentido. Nosotros no sentiríamos el bien ni el mal, no habría una fuerza física interna que nos impulsara en un sentido o en otro ante los hechos crudos y no mediatizados. Sólo habría los mandamientos de un Dios que hay que cumplir, y la bondad y la maldad estribarían en cumplir o no cumplir esos mandatos. No habría ninguna otra moral. En definitiva, Sr. Nesalem, que es justamente al contrario de lo que Ud. plantea. Es justamente la existencia de Dios la que privaría de sentido moral al mundo. De hecho, los creyentes fanáticos de cualquier religión obran así. Suprimen de sus mentes todo el sentido moral del mundo que sus mentes les muestran instintivamente, niegan esta moral que sale de su materia cerebral, y se agarran a los mandamientos de su religión. Sólo si su sentido moral natural coincide con los mandamientos es apreciado; si no, siempre tendrán primacía los mandamientos de su dios.
Por tanto, Sr. Nesalem, sostengo que sólo en ausencia de Dios el mundo tiene un sentido moral. Justamente el contrario de lo que mantienen las religiones.
Cuetu
Cuetu: En un universo que es así como es realmente...
ResponderEliminarNesalem: "Ser". El problema es el verbo "ser". Yo=soy. Yo=¿qué es "soy"? Soy ¿"qué"? Búsqueme ese qué o quién. Defínamelo. Hágamelo visible. Configúrelo a través de conceptos. Y si no somos capaces de saber lo que es el "qué" o el "quién" del yo; ¿cómo podemos desde tal posición conocer la realidad? Eso es "la realidad". Eso=realidad. ¿Desde donde puedo dar cuenta de esa "realidad"? ¿"Qué" es la realidad? Configúreme la realidad a través de conceptos; hágame ver su esencia y transparencia con el yo. Pero si no soy capaz de saber lo que es el "yo", ¿cómo me atrevo a conocer la realidad?
O quizás haya un yo. Quizás haya un alma: una esencia humana desde la cual podemos conocer la realidad. Un cerebro que puede llegar a conocer leyes universales al margen de su propia contingencia; de su propia imposibilidad de encontrar un "sitio incondicionado" desde donde observar. Pero si es possible llegar a observar la realidad y conocer sus leyes universales; entonces el cerebro trasciende su absoluta contingencia tiempo-espacio, corrupción, condicionantes virtuales, emocionales y logra encontrar una clara y limpia incondicionalidad que impida cualquier desplazamiento de significado, de nivel metafórico, de equivocidad, de error..
O sea que el cerebro es capaz de situarse en un espacio puro, transparente consigo mismo; posiblemente inmaterial......
No sé. Son dudas. Muchas dudas.
La realidad existe, y es eso que experimentamos. El yo existe, y no es una palabra. Es justamente eso, eso que experimentamos. Y que observamos en los otros. ¿Definir? ¿Insinúa Ud. que sólo existe lo que puede ser definido? ¿Lo que puede ser transformado en palabras? ¿Por qué esa deificación de la palabra, del discurso? Más bien es al contrario: a veces, las cosas que más existen son las que menos pueden ser definidas. Puede Ud. definir "amarillo"? Defina Ud. a un ciego de nacimiento una cosa tan sencilla. O defina "amargo" a una persona privada del sentido del gusto. O defina "dolor de muelas". La realidad es eso que experimentamos cada día, incluyendo todo el cúmulo de saberes que poseamos y todas las expectativas personales. No es una percepción directa ingenua (flujo materio-energético que incide sobre nuestro cerebro), sino una percepción mediatizada por todo un cúmulo de configuraciones materio-energéticas cerebrales que llamamos saberes, intereses o expectativas. El cerebro trasciende lo que trasciende y no trasciende lo que no trasciende. Sencillmente.
ResponderEliminarCuetu
Precisamente eso era lo que yo le quería mostrar; esa incapacidad de definir nada en su complejidad; nada que construir con el discurso que no esté ya minado o invadido por otra cosa. Creo que vamos llegando al límite desde donde las vistas pueden empezar a sorprendernos....Wow! Esta vida es increible!!!
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