Llegamos a la cabaña del
viejo Reverendo Maxclort. Estaba situada a las afueras de Lowartown, entrando
ya en el mero desierto. Decían que el Reverendo había dado vueltas a sus
interpretaciones cristianas, de tal manera que se hizo sabio (o loco decían los
más malvados) y supo descifrar lo que otros reverendos jamás podrían llegar a
descifrar con sus viejas biblias y sus himnos. El Reverendo Maxclort nos hizo
sentar y comenzó a hablar.
“Es fácil viajar a través de la geografía del alma. Lo
primero que hay que hacer es recordar aquellos lugares que fueron sus
domicilios u hogares por un tiempo lo suficientemente largo como para crear vínculos
y afectos. Luego, se van situando ustedes en el centro del primer domicilio que
escojan. No importa el orden cronológico, el orden temporal de sus vidas;
importa el espacio, la geografía que van a recorrer. Una vez en el centro
imaginario de ese hogar, vivienda, etc., entonces comienzan a trazar un círculo
imaginario que abarque todo el hogar y sus contornos. Ustedes quedarán en el
centro del círculo. Y ahora comienzan a trazar líneas angulares a partir del
centro imaginario y dejándolas que se extiendan lo más lejos posible. Pueden
orientar la primera hacia cualquier punto cardinal. Luego vayan rotando hasta
completar el círculo. Poco a poco y dejando que la mente y la imaginación vayan
recreando los paisajes, transformando los recuerdos en pura acción imaginativa;
recreándolos más que recordándolos.”
“Sigan en esa dirección y vayan recreando la calle X o el
prado Z o el edificio Y; sigan y sigan; quizás sea la tienda donde vieron por
primera vez a B, o el bosquecillo donde jugaban; o aquella zona donde vieron
aquella escena tan terrible. Sigan, no paren de imaginar o recrear, no importa
el tiempo. Ustedes están inmersos en paisajes, en una geografía: espacio,
superficies a explorar, a recrear. Sigan avanzando en la línea: los paisajes y
escenas irán apareciendo en un mismo plano que se va extendiendo. Sin prisa. No
hay tiempo que les impaciente. Y si agotan esa línea, pasen a la siguiente
avanzando unos grados angulares más en dirección a las agujas del reloj. Ahí
tienen otra ruta y lo mismo.”
“Una vez agotado un domicilio u hogar, pasen a otro. Quizás
su residencia de estudiantes, su casa en esa región o país extranjero. O quizás
la casa de aquella abuela; o, aquella fábrica donde ustedes pasaron tantas y
tantas horas. Hagan lo mismo. Tracen el círculo y luego las líneas angulares. Verán
cuánto puede dar de sí una línea angular proyectada o alargada hasta donde la
mente la haga llevar. Verá cómo descubren increíbles dimensiones en su vida que
quedaron sin explorar; paisajes que quedaron sin ver pero que ustedes quedaron
con las ganas de seguir avanzando, explorando, aventurando. Se darán cuenta que
ustedes son todo paisajes infinitos de experiencias a recrear, a despertar, a
resucitar. Es increíble lo que se puede descubrir. Verán las combinaciones que
han de salir. Los encuentros, las sorpresas.”
“Ahora váyanse tranquilos. Sosiéguense. No han venido aquí
en vano.”
Nos fuimos hacia el
pueblo, no muy lejos de allí. El cielo ahora brillaba con el inmenso fulgor de
incalculables estrellas todas lejanas en el espacio, en ese mismo espacio.
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