12 diciembre, 2012

UNA MÁQUINA INFERNAL LLAMADA KRAVIIJKA


Es curioso que alguien se haya atrevido a imaginar y construir una máquina infernal del mismo universo. Un tal Merbgsht lo hizo un día después de largas reflexiones sobre los descubrimientos de la física de las partículas y de las aportaciones de la moderna cosmología. Llegó a la conclusión de que el universo es una máquina infernal y a tal máquina la llamó Kravijka. Merbgsht tenía un amigo con quien solía hablar de estas cosas con plena libertad. Ya saben ustedes que estás cosas de la aventura imaginativa o el llegar a conclusiones poco comunes, aun basándose en teorías muy racionales; conlleva un riesgo ante la gente normal y corriente. No es conveniente hablar de ciertas cosas ante individuos o algún escaparate de individuos que viven celosamente protegidos en su muralla de normalidad y sentido común. La mayoría de los mortales caemos en esa clasificación. Solo reconocemos a aquellos genios que previamente hayan sido calificados como tales por nuestros sabios y difusores oficiales de cultura. Así pues un Lovecraft o un Kafka de buenas a primeras en un escaparate de ciudadanos normales serían fulminados como esquizo-paranoicos perdidos. Pero bajo el buen reconocimiento de nuestros sabios, tales escritores acaban siendo genios originales y tal clasificación nos devuelve la tranquilidad y el equilibrio dentro de nuestra apreciada normalidad.

Pero ojo al parche con las interpretaciones que la normalidad ejerce sobre sus ciudadanos inasimilables a ese parámetro de lo comúnmente aceptado. La máquina interpretativa tiene como función destruir toda posibilidad de discurso arriesgado. No hay peor cosa, e incluso yo diría que repugnante cosa, que cuando alguien trata de explicarse en algún tema que sobrepasa la simplicidad y el reduccionismo de lo cotidiano en un ámbito de ciudadanos normales o ciudadanos que ya tienen las ideas claras sobre el mundo y la vida, o aquellos que padecen limitación crónica por su bajo nivel de estímulo cultural-crítico-imaginativo; que preguntarle o decirle al susodicho o a la susodicha: ¿Te pasa algo? ¿Estás deprimido? ¿Has dormido bien? ¿Tomaste la pastilla? ¿Tienes problemas? Sí, sí; ya sé lo que vos querés decir.

Peor todavía cuando el escaparate o el individuo ciudadano común de nuestra especie le dice a la audiencia: “Claro, lo que Rudoporte quiere decir es que tiene ganas de follar y no folla.” “Hombre, lo que nos quiere decir Cirilandina es que hoy ha reñido con su hombre y mira tú lo que nos cuenta.” “Está claro, vos lo que nos querés decir es que estás de ánimo muy descompuesto; esto se pasa tomándose un buen matecito con los amigos.” Y cosas por el estilo. Es decir: el escaparate, el grupo o el individuo consciente de su irrefutable normalidad; se atreve a traducir, a interpretar, a clasificar al “raro”. Y, lo que es peor: se atreve a dar voz propia y “racional” a aquello que trata de explicar el “raro”, el “extraño”, el “pasao de rosca”, el “que tanto lee y se le va la olla”, el “místico ese”, etc. Esto resulta muy repugnante muchas veces. Es un juicio moral implacable que se hace con el pleno apoyo que la fuerza de la normalidad o de la ideología o de cualquier postura dogmática, les brinda.

Pero al principio hablábamos de la máquina infernal de Merbgsht. Este le intentó contar su teoría a su amigo; pero su amigo acababa de leer un curioso libro sobre la desdichada experiencia de la depresión que había pasado un gran escritor americano donde decía que cuando a veces sustentamos un odio pesimista hacia el universo o la vida eso es la manera de expresar una depresión que nos corroe. Entonces cuando Merbgsht trató de contarle su ingeniosa máquina infernal del universo llamada Kravijka, pues le arreó el asunto de la depresión y Merbgsht se rebotó como la cabeza de una tortuga o los cuernos de un caracol. Y ahí se cortó toda relación de Merbgsht con su buen amigo.

Miren ustedes, la condición humana es muy complicada y equívoca. Cualquier cosa puede ser sobrecargada de interpretación y signos equívocos que se desplazan de una lado a otro de la cadena significativa con resultados sorprendentes. Así es que el amigo de Merbgsht se quedó sin saber lo que era la máquina infernal cósmica llamada Kravijka, por un descuido y desplazamiento inoportuno de significados malévolos. Dios nos coja confesados a todos. El que esté libre de culpa que tire la primera piedra.

2 comentarios:

  1. “Con Kant dejamos de pensar el problema del mal en términos de exterioridad. A muy grosso modo, en la tradición clásica se tiene más bien la tendencia a pensar que el mal es el cuerpo, es lo que se opone, lo que resiste. Es con Kant que aparece esta idea muy curiosa, que evidentemente viene del protestantismo, de la Reforma, de que el mal es cosa del espíritu, pertenece ciertamente al interior del espíritu y no a la materia como exterior. Es exactamente lo que yo intentaba decir con la noción de límite en Kant: el límite no es algo de afuera, es algo que trabaja desde dentro. El mal está ligado fundamentalmente a la espiritualidad. No es en absoluto como en Platón, donde si hay mal es porque las almas caen y evidentemente se encarnan en cuerpos. Con la reforma se toma seriamente al Diablo. Solo que tomar seriamente al Diablo puede ser una operación filosófica. El mal no es el cuerpo, el mal está verdaderamente en el pensamiento en tanto que pensamiento.”

    Giles Deleuze. Kant y el Tiempo. p.90. Buenos Aires. Cactus, 2008

    En este blog nunca hemos parado de interpretar la Biblia.

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  2. Vaya, hombre, pues yo también me he quedado con las ganas de saber más sobre esa máquina infernal cósmica. ¡Qué le vamos a hacer!

    Pedrosa Latas

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