Cerca de mi casa hay una zapatería. Cuando tengo algún
zapato roto o playero que se agujerea por desgaste, pues los llevo a esta
zapatería. Son padre e hijo y ambos de carácter más bien hosco y reservado. No
dan conversación. Hablan lo justo para coger el encargo y te dicen cuándo
tienes que ir a recogerlo. Cuando vas a recoger los zapatos ves que te han
hecho una reparación muy profesional y a un precio muy razonable también. El
otro día me solucionaron un problema con unos playeros caros que ya pensaba
tirar. Estaban prematuramente gastados por dentro. Se me ocurrió llevarlos a
esta zapatería sin esperanza alguna y el señor sin mediar palabra me enseñó una
estantería con varios pares de playeros con problemas similares. Cogió uno que
ya había reparado y vi que le había colocado un parche muy bien ajustado y
disimulado y me dijo que eso es lo que iba a hacer con los míos. Los dejé muy
contento y en un par de días ya tenía playeros como nuevos.
Le llevé hace poco
unos zapatos Clarks de casi cien europios porque uno de los zapatos había
rajado por la suela y entraba el agua. En otros tiempos los hubiera tirado sin
remedio. Pero se me ocurrió de nuevo ir al zapatero y este cogió el zapato roto
y dijo: “sin problema, venga pasado mañana; se lo haremos al otro también por
si acaso”. Fui el día convenido y mis zapatos parecían nuevos por diez europios
que me cobró.
No cabe duda que estos zapateros son grandes profesionales.
Prueba de ello es que cada vez que paso por la Avenida y miro a su
taller-tienda siempre están padre e hijo dándole a los zapatos. Nunca los veo
parados. Las estanterías las tienen repletas de encargos. Es bueno tener unos
zapateros tan competentes. Nos hacen la vida más llevadera.
Desgraciadamente la experiencia nos dice que no todos los Zapateros han sido igual de eficientes.
ResponderEliminarDebe ser la simpatía y la sonrisa son inversamente proporcionales a la eficacia.