24 agosto, 2010
QUÉ ES SER JUDÍO Y QUÉ ES SER ISRAELÍ
Somos muchos los que confundimos ser israelí con ser judío, pero quien visite Israel y hable con muchos israelíes se dará cuenta de que no es lo mismo. Veamos. ¿Quién es objetivamente judío? Obviamente quien pertenece y profesa el judaísmo como religión. ¿Implica la pertenencia al judaísmo la incorporación a la etnia o nación judía? La respuesta es sí. En este caso el judaísmo se diferenciaría de, por ejemplo, el metodismo o el catolicismo. Uno se hace metodista o católico, pero ello no implica formar parte de ninguna etnia o nación concreta: ser metodista o católico en una democracia liberal no implica pasar a ser miembro de la nación o etnia católica o metodista. Ser metodista o católico es perfectamente compatible con ser al mismo tiempo francés, escocés, navajo o argentino. Tampoco ser metodista o católico implica tener una relación y continuación de lazos genealógicos que han de mantener esa identidad en el tiempo, incluso habiendo abandonado la práctica religiosa. Se entiende que ser metodista o católico es una cuestión de fe, no de pertenencia a un grupo ligado por lazos consanguíneos. Pero es importante tener en cuenta que para muchos practicantes del judaísmo ser judío es también perfectamente compatible con ser francés, escocés, o argentino.
La diferencia del judaísmo respecto a otras religiones estriba entonces en que la pertenencia a la religión incorpora al practicante a una red genealógica que lo condiciona, no solo a él o ella; sino también a su descendencia sea esta practicante o no. Incluso, si abandona la fe judaica convirtiéndose a otra religión, sus orígenes pueden ser motivo determinante de su identidad, salvo que esa identidad haya quedado borrada en el tiempo por razones de total asimilación. Su condición judía sería entonces como una herencia genealógica de la cual no se podría desprender aunque quisiera. Esto fue así durante siglos para los judíos antes de la creación del estado de Israel y ahora en el presente con la existencia de dicho estado. Es necesario tener en cuenta, para evitar malintencionados juicios racistas, el factor histórico de las conversiones masivas al judaísmo en la antigüedad y principios de la edad media. Muchas genealogías supuestamente judías originarias (sefardí o askenazí) tendrían realmente una ascendencia bereber, latina, kazar, germánica, árabe, turca, etc. Ello nos hace cuestionar el mito del puro origen étnico o racial, para centrarnos más en las circunstancias históricas que hacen posible esta etnia. Es, entonces, objetivamente judío todo aquel que pertenece a la religión judía; sea por continuidad familiar o por conversión. Pero lo es también todo aquel que aun habiendo renegado de su religión o habiéndose convertido a otra religión mientras pueda ser probada su ascendencia. Spinoza, el filósofo siguió y sigue siendo objetivamente judío aun habiendo sido expulsado oficialmente de la sinagoga por sus ideas panteístas. Kart Marx o Freud, ateos, y; Henry Bergson, católico, son más casos que también confirman la definición de judío basada en el concepto de etnia o genealogía (que no genética) más que la práctica religiosa per se.
Si el ser objetivamente judío depende de una pertenencia real y concreta, por razones de religión o genealogía a una determinada etnia o nación; entonces el sionismo como ideología nacionalista tendría su razón de ser. Todo grupo étnico o nación podría hacer valer sus derechos históricos máxime cuando es objeto de persistente persecución o discriminación por parte de las mayorías nacionales o estados en los que intenta convivir como ciudadanos con plenos derechos. El proyecto nacionalista sionista del siglo XIX tenía como objetivo la creación, o mejor dicho restauración, de un estado judío en el territorio que por supuesto derecho histórico le correspondería: Palestina. Las circunstancias históricas, junto al tenaz esfuerzo y sacrificio de muchos judíos retornados, permitieron la creación del estado de Israel. En un principio Israel se define como estado étnico, y; por tanto, es, automáticamente ciudadano israelí todo aquel que pueda demostrar su pertenencia genealógica a la etnia judía. Hay matices y cambios en cuanto a la línea materna o paterna del potencial ciudadano israelí; pero el estado de Israel es fundamentalmente un estado de los judíos que responde a una necesidad histórica de dicha nación o etnia. Israel, como cualquier estado moderno, no se construye en un vacío geográfico ni en ninguna abstracción idealista: el territorio palestino que se ha de ocupar posee ya una población que en mayor parte llevaban siglos en dicho territorio. Sin detenernos en los años de conflicto y expulsión forzada de miles de árabes palestinos consecuencia de la guerra o deliberada limpieza étnica, diremos que los árabes palestinos (hablamos de 1,400, 000 o sea, el 20% de la población israelí) que, después de la guerra de Independencia del 48, quedaron en territorio israelí; tienen también en la actualidad pleno derecho a la ciudadanía israelí. Tienen sus partidos políticos y representación en el Parlamento. De este derecho participan así mismo los ciento y pico mil drusos que viven en Israel, sin olvidarnos de la minoría beduina o cristiana ya establecida en dicho estado.
Podemos entonces decir que Israel como estado, aunque sigue siendo el estado que corresponde por derecho a la nación judía; sin embargo, la definición de ciudadanía israelí alcanza tanto a judíos como a no-judíos. Ser ciudadano israelí no es sinónimo de ser judío, y; por lo tanto la definición de la identidad israelí no corresponde necesariamente a la identidad judía. Este es un error muy común en la prensa occidental, confundir ciudadanía israelí con identidad judía. Muchos residentes no judíos en Israel o personas que se casan con ciudadanos israelíes (con excepción de los árabes palestinos de los territorios ocupados), tienen opción a dicha ciudadanía. Confundir, entonces, identidad judía con identidad israelí puede dar lugar a análisis equivocados y a juicios tergiversados. La gran mayoría de judíos franceses o ingleses no son israelíes y viven al margen de la problemática concreta israelí. La población drusa de Daliat-el Carmel sí es israelí y tiene que lidiar con los problemas concretos que implica dicha nacionalidad. Saber distinguir estos matices es importante a la hora de juzgar un país como Israel. Queda mucho por analizar y seguro que hay muchas preguntas que habría que resolver, pero por intentarlo que no quede.
4 comentarios:
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Muy buena explicación. De todos modos, me concederá Ud. que esta diferencia entre pertenencia étnica y ciudadanía de un estado se da asimismo en muchos estados, a poco que se rasque la superfície. Tampoco en esto Israel sería distinto a la mayoría de los estados. Por ejemplo, Suecia es la nación de los suecos, pero seguro que en el estado sueco hay mucha gente que, no siendo (no sintiéndose) sueca, tiene la nacionalidad (¿o ciudadanía?) sueca. Y lo mismo en la Gran Bretaña, o Francia, o Bélgica, o en una futura Cataluña independiente, donde habría mucha gente que, no considerándose catalanes, tendrían la ciudadanía catalana.
ResponderEliminarRubén D. Andrés
Este de Perednik tampoco tiene desperdició. ¡Qué bien explicadito está! http://www.nodulo.org/ec/2010/n102p05.htm
ResponderEliminarRubèn D. Andrés
Leídas las opiniones de Perednik. Muy acertadas.
ResponderEliminarAtención a lo que dice este artista judío que no lo quiere ser.
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/cultura/Soy/ex/judio/he/dejado/idea/pueblo/elegido/elpepucul/20100902elpepicul_7/Tes