Siempre salíamos solitarios por las calles de Dharmat. Myrla llevaba las sandalias especiales de suelas anifatiga y un pantalón de piel artificial protector tanto del frío como del calor. Portaba una gorra y unas gafas de sol de alta definición y filtración que también permitían ver mejor en la oscuridad. En su mochila disponía de ropa de repuesto de acuerdo a las circunstancias del tiempo: un buen sueter de lana suave, una cazadora también de piel sintética y forro interior de becerro en caso de intenso frío. Yo iba forrado con unos buenos playeros saltinbanquís que me lanzaban para adelante cada vez que marcaba un paso. Con ellos lograba caminar con más brío y sin apenas sentir fatiga en mis delicados pies. La ciudad requería caminar con brío en ocasiones. Las calles eran escenarios de cosas imprevistas. La ciudad de Dharmat era lugar habitado por todo tipo de etnia, raza, religión, nacionalidad, sexualidad, criaturas robóticas o clonaciones estrambóticas; mutaciones biológicas con posibilidad de pensamiento, expresión y cuerpos con toda posibilidad de locomoción o forma estética. Dharmat era un mundo en sí mismo. El poder de Dharmat estaba diseminado en diferentes programaciones a diferentes niveles de realidad y sin necesidad de autoridad visible alguna o edificios emblemáticos de soberanía o jefatura. El poder fluía por las conciencias de cada cual, se autorregulaba en función de las interaciones que cada uno efectuaba. Cada ente o individuo o ciudadano o lo que fuere vivía de acuerdo a su composición o estructuración. Los humanos éramos una especie más entre otras no-humanas o pseudo-humanas o entes maquínicos.
Además de mis playeros ultraligeros y saltimbanquis llevaba también unos pantalones vaqueros de fibra termorreguladora. Podía llevar una chupa de piel sintética o también un extraño artilugio tipo albornoz que al ponérmelo se hinchaba y me aislaba del mundo. Cuando eso ocurría Myrla me llamaba salchichón, pues desde fuera parecía un salchichón grisáceo y andaba con andares torpes a pesar de mis playeros. ¿Qué hacíamos en Dharmat? Myrla había venido a Dharmat desde las regiones del sur a buscar un modo de existir más de acuerdo con su composición mixta entre tejido biológico y fluídos energéticos modulables con el cerebro. Yo, no sabía quién era o lo que era, simplemente vivía recorriendo Dharmat día y noche por todos sus barrios y zonas étnicas y parques y calles casi infinitas. Me movía entre centros comerciales y restaurantes o lugares de juegos multivalentes o cabarets de sexualidad de alto voltaje. Simplemente vivía y mi conciencia acumulaba experiencias que eran registradas fuera de mi cuerpo, pero que no dejaba de ser mi extra-cuerpo a otros niveles de existencia. Mi forma era humana, pero mi composición me era desconocida y obedecía a programas muy lejos de mi comprensión.
Hasta que un día se me unió Myrla cuando visitábamos uno de los cabarets de sexualidad de alto voltaje y coincidiendo en una cabina especial de vibraciones orgásmico-multiniveladas, me dijo: "Para. Esto es demasiado para nuestras frecuencias y composiciones. Podemos acabar disolviéndonos y quedar convertidos en una papilla orgánica desechable y verdosa que luego los robots-recoge-basura nos podrían arrojar al sistema Bh-67 para reciclados en otras dimensiones." Lo dijo así. Entonces salimos de tal cabina y de tal cabaret y decidimos convertirnos en nómadas recorriendo toda la ciudad de Dharmat en sus infinitas disposiciones y perspectivas y sensaciones. Suerte que los dos modulamos nuestra comunicación a la lengua Ghursthat hablada por las tribus de las montañas de Mkoprte, y disponible en nuestros moduladores de señales, sonidos, significados y significantes. Myrla y yo acoplábamos de maravilla. Compartíamos vibraciones Fgaster-x en la misma longitud de onda. Eso hacía que nuestro nivel de comprensión y vibración afectiva fuera lo más armoniosa posible.