El inexorable insomnio. Tratas de dormir y no duermes. Tu conciencia está en estado de vigilia normal, pero sin los estímulos de la actividad del día con sus contenido. Tu conciencia insómnica entonces baila en el vacío de las horas muertas de la noche sin más contenido que el autorrepliegue a los recuerdos, las ideas o imágenes que van circulando por el escenario de la mente sin posible materialización, objetivación. Son como espíritus flotantes o fantasmas saltimbanquís, que si no tuviesen poder de crear ansiedad, despertar preocupaciones varias y en grados diversos, pues solo serían ejercicios de contemplación de proyecciones banas, hasta quizás entretenidas. Pero son fantasmas cargados de pesadumbre, con ganas de molestar, de impedir el descanso de un cuerpo vapuleado durante el día con infinitos estímulos; es el desasosiego como trasfondo inexorable de una representación de la impotencia del yo, de la demostración palpable de que el mundo como fuerza externa está fuera de nuestro control y que su mareante pejiguera puede durar toda la noche y mantenernos en vela obsesiva que podría hacer levantarse el cuerpo de la cama para intentar sosegar la ira en borracho deambuleo con pijama de rayas a través de la casa.
Prueba palpable de que las ideas por sí mismas sin materialización posible son incapaces de controlar nada. El yo no sabe dónde situarse despues de tratar imponer un orden que es solo puro gesto, un yo fantoche y quijotesco. Un insomnio real, de los de verdad, puede durar muchas noches. Es implacable. Ataca sin tregua. Pincha. Revuelve el cuerpo dando infinitas vueltas sin descanso. ¿Un castigo divino? ¿Una expiación de pecados y faltas morales diversas?
Si te diriges a Dios para que aplaque la tortura, te das cuenta que Dios es otra idea más incapaz de consistencia alguna, porque un ser real que oye a sus criaturas mostraría su realidad sin duda alguna y haría palpable y claras las razones morales de tu insomnio; pero no hay tal realidad posible en ese momento, ni explicación coherente alguna. Dios entonces viene y va como una sombra chinesca que al final desaparece dejando una estela de vacío y un eco que desaparece como el humo. Lo más lógico entonces es hundirse en la caida libre del espacio espiritual en absoluto abandono, pero eso tampoco es posible, pues las preocupaciones, las imágenes, los recuerdos, las energías negativas, las tristezas vienen a llenar de tropiezos tu caída para que no tengas ni un solo instante de paz.
El insomnio es una prueba feaciente de que este mundo se regodea con satisfacción en lo perverso, y nos deja imaginar lo bueno y noble como compensaciones para no acabar extraviados en la locura. Las personas que duermen en paz durante las horas debidas han sido bendecidas con la gracia divina. El sueño, bajo la perspectiva insómnica, no es más que gracia divina distribuida de forma aleatoria por una voluntad absolutamente libre.
Los insómnicos recurrimos en ocasiones a los sacramentos químicos en forma de santo orfidal u otras sustancias parecidas. La pura materialidad externa actúa en el espíritu y lo apaciagua de forma desinteresada.