15 diciembre, 2018

NAVIDAD 2018

La nieve. El frío. El calor de una casa de gruesos muros. Una familia que está cenando. Un fuego de chimenea que calienta la casa. Son varios hermanos, primos, tíos, padres, abuelos. sobrinos. Familia y parentesco. Han venido de varios sitios. Algunos de alguna ciudad. Otros de algún pueblo. Incluso
del extranjero. La casa está en un valle solitario rodeado de colinas. Ahora las colinas están nevadas. Hay bosques también cubiertos de nieve. Uno de los niños mira por el cristal de la ventana después de quitar el vaho y ve que el cielo está estrellado. Pero ve algo más que un cielo estrellado, ve magia. Ve eso que años más tarde y ya siendo mayor recordará con nostalgia. Con profunda nostalgia. Ha sido solo un momento, pero ese momento ha sido toda una sensación profunda de encantamiento. De magia. Luz de la luna que ilumina todo el paísaje como si fuese casi de día. Luego se sienta de nuevo en su silla y sigue comiendo y bebiendo y oyendo cómo hablan los adultos de sus vidas y la abuela está emocionada y los primos dicen cosas embarulladas llenas de alegría. Todos comen. Beben. El árbol iluminado en una esquina del salón. Pronto comenzarán a cantar villancicos. La casa es la casa familiar de sus abuelos maternos. Una casa rodeada de prados y una huerta. Una casa llena de recuerdos. Todo un bagaje de recuerdos que llevará durante toda su vida hasta la muerte. La infancia fue la edad en la que aprendió a ver el mundo en sus extremos emocionales: el miedo, el terror por un lado; y por otro, la suprema confianza en la vida, la alegría, la felicidad por momentos. Los dos polos opuestos de la vida humana. Los extremos posibles e inexplicables. Durante la infancia se siente en profundidad. Y todo queda grabado.
El tío Danile cuenta ahora un chiste de ciudad. La tía Milena ha bebido algo más de la cuenta y no
sabe poner un orden a las palabras. Está más deliciosa que nunca una vez desprendida de su aparente seriedad. Los primos y hermanos quieren salir a ver la luna y la nieva. Buena idea. Salimos todos y en seguida ya todo es juego y relatos de misterio. Es Navidad y luego se abrirán los regalos. A las doce de la noche nos iremos a la iglesia a juntarnos con toda la gente de las aldeas de alrededor. El Reverendo Milrod nos predicará algo relacionado con el nacimiento de Jesús, pero en lugar de Israel, serán los paisajes de nuestras aldeas los que ilustrarán su sermón. Estamos todos contentos. Una vez al año y los años irán pasando. Todo irá militando contra la alegría de nuestra infancia. Los colores se irán haciendo más ténues, menos brillantes, marchitos. La mirada hacia el cielo de una noche de luna llena perderá todo su encanto para significar nostalgia. Solo nostalgia. 

8 comentarios:

  1. Los primeros mazapanes los comí en Madrid cuando tenía seis años. También oí la zambomba por primera vez en Madrid. En aquella época las Navidades eran una fiesta que lo absorbía todo. Los chiquillos estábamos muy contentos jugando por el barrio de la zona Calle Albarracín y calles y terrenos colindantes. Era un Madrid muy distinto del actual.

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  2. Voy a tomar un café a la cafetería de siempre y llevo mi sabroso libro de filosofía. Puro placer. Subrayo aquello que me llama la atención. Siendo Navidad hay algo misterioso en el entorno. Sí. Misterioso y mágico. ¿Suena a ñoñería? Bueno, no hay que hacerse eco del gusto de los demás. No estoy interesado en convertir a nadie a mis Navidades. Son mías y las disfruto yo como pueda.

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  3. LA PELÍCULA Y EL FINAL O EL FINAL SIN FINAL

    En esta película. Un hombre besa a una mujer en un pasillo oscuro. El hombre no es su marido, pero el marido los ha visto. En llegando a casa le plantea el divorcio a su mujer. La mujer se disculpa de mil maneras, pero el marido no se deja convencer, sigue firme y al final se divorcia de su mujer. Pero la película nos hace circular por una ciudad donde el marido es un hombre que vive todo tipo de experiencias y descubre que nunca supo cómo había llegado a conocer a tal mujer y menos el cómo había llegado a casarse con ella. Todo le parecía un mal sueño y la ciudad cada vez le resultaba más irreal. En aquella ciudad nunca había tenido fundamento alguno. Todo llegaba inesperadamente y así como las circunstancias lo incitaban a actuar, así actuaba. Una mujer lo seducía, pues se dejaba seducir. Pero ¿por qué no ir más lejos y apostar a todo? Casémonos. Pero las palabras eran pura retórica en aquella ciudad sin fundamentos y los fundamentos eran siempre adulterados por cualquier capricho. Las cosas parecían estar hechas de humo. La mujer, él, el amante de su mujer eran humo con formas. Formas de humo. En cualquier momento podía despertar y verse envuelto en complicadas realidades donde su mujer le era fiel y ningún amante aparecía besándola en la oscuridad de ningún pasillo. ¿Hay realidad más allá de la aparente realidad hecha de humo de esta ciudad? La película se hacía agradablemente complicada. Cuándo estaba nuestro hombre en Nueva York o en París o en Madrid o en Roma o en Londres... o la mezcla de todo. Una mezcla de todo sin distinción de verdad o mentira, de real o imaginario, de adulterio o fidelidad. Todo era resbaladizo, engañoso, amoral. De la alegría se pasaba al tristeza más abyecta. De la tristeza se pasaba a la fantasía más feliz. El final quedaba abierto. Él mismo se enamoraba de mujeres diferentes, para luego abandonarlas o viceversa: ellas lo abandonaban a él. Pero se daba cuenta que sólo una mujer respondía a su propio ser. ¿Pero dónde estaba lo propio en aquella ciudad? Y sin embargo aquella mujer existía en algún sitio esperándole en cualquier parte. Es ahí dónde la película nos deja. Nos abandona. No sigue. Al director no le interesa que siga. Es cosa tuya como espectador encontrar un final, si es que tal película puede proyectar tal final.

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  4. EL LIBRO DE MAGNUS

    El libro me estaba resultando extraño. La noche era fría y me había sentado en el sofá a leer. Estaba solo en casa y sentía el viento soplar afuera con furor. El gato se puso a mi lado buscando el calor y las caricias ocasionales. El libro era sobre alguien que se llamaba Magnus y que también vivía solo en un apartamento de Helsinki. Las tardes se le hacían largas en el invierno. Invierno. Hibernar en un apartamento. Afuera -4 bajo cero. Preferible la soledad de las calles que seguir encerrado en su apartamento. Se puso el mejor abrigo que tenía y salió a pasear. Noche cerrada. Nadie. Las calles iluminadas. Un tranvía ocasional. Se dirigió al museo Taidehalli en la Nervanderinkatu. Había una extraña exhibición de arte decadente, de planeta decadente, de descomposición planetaria. Eso decía el programa. Entró. Pronto fue la oscuridad. Una sala oscura con gente silenciosa sentada en el suelo. Gente que parecían sombras. Ultimamente la gente le parecían sombras. Figuras. Hubo momentos en que él era feliz siendo solamente una figura, sintiéndose sombra. Sombra y figura. Pero la proyección era sobre una nube rojiza que se alzaba sobre un paraje rocoso, sin vida. Y tal nube iba ejerciendo una fuerza de atracción sobre las rocas siendo capaz de desintegrarlas en polvo. Y el polvo iba ascendiendo hacia la nube que al mismo tiempo se iba tornando más oscura. Rojo oscuro. El aire estaba impregnado de polvo negro de las rocas que ascendía dando vida a la nube y la nube necesitaba crecer y agrandarse con la sustancia de las rocas, de toda roca, del mismo planeta ya transformado en roca. La música de fondo era siniestra. Jamás había oído en su vida una música tan siniestra. Las sombras recostadas en el suelo permanecían en silencio. A medida que pasaba el tiempo se fue sintiendo él mismo atrapado por la nube que iba desintegrando el planeta y al mismo tiempo su conciencia. La atmósfera era gélida. Pero la atmósfera era parte del mismo proceso de descomposición y cada vez iba desapareciendo bajo una luz solar ténue. Todo ello era una noche de luz ténue y mortecina. La nube se iba transformando en una figura en forma de glaciar a medida que iba acumulando roca pulverizada. Negra. Nube negra. Dios mío la nube es negra y oscura y ha perdido su color rojizo. Ha perdido todo calor. Siente frío. Magnus. ¿Sientes frío? ¿Qué ocurre? Se estaba fundiendo con la proyección y con la roca pulverizada y con la nube que pesaba ya sobre su conciencia angustiándolo, hundiéndolo con su peso. Fatiga. Todo sucediendo en el marco de un espacio vacío. Inhóspito. Cero absoluto. ¿Cuánto planeta queda por fundir? ¿Cuánta conciencia queda por triturar hasta dejarla completamente insensible? Aquella proyección no paraba. La música hipnotizaba. Magnus fundido. Hipnotizado entre otras sombras.
    Mi gato saltó del sofá y se fue a otra habitación. Dejé el libro por un momento. Realmente angustiante. Fui a la nevera y me serví un vaso de leche. Todo adquiría un valor diferente bajo los efectos de aquel relato sobre Magnus. Me asomé a la ventana y el viento frío seguía soplando. La soledad de un cielo estrellado. Tenía miedo volver a leer el libro. ¿Quién era Magnus? Habría que seguir leyendo, pero sentía angustia. La gente-sombra. Shadows. A medida que nos miramos hacia adentro solo vemos sombras que nos descomponen. Y a medida que miramos hacia afuera el espacio es cada vez más frío, remotamente distante. El libro seguía allí sobre el sofá. Pero era incapaz de seguir leyendo.

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  5. Todos los comentarios referentes a Lev Shestov han sido trasladados al nuevo epígrafe, AL EPÍGRAFE DE ARRIBA.

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  6. Mi padre era muy gordo, tan gordo que necesitaba sillas especiales y puertas agrandadas. Su cama era doble y reforzada. Pero mi padre gozaba de la Navidad como nadie. Porque a pesar de todo mi padre era ágil, caminaba muchos quilómetros a diario. Trabajaba muchas horas al día con el ganado, en la cantera de piedra, y en la tierra de labranza. Entonces cuando llegaba a casa comía a placer, y el día de Navidad comía con más soltura y alegría. Todos muy contentos con mi padre a pesar de estar tan gordo. Cantaba villancicos, tocaba la gaita y se alegraba de estar con toda la familia: primos, tíos y demás.
    El día de Nochebuena, mi padre solía subir al monte Cleopo, que está un tanto distante pero visible. Subía solo, pues era como una promesa que se hacía y la cumplía a rajatabla. Cuando llegaba, hacia eso de las tres de la tarde, mirábamos a l cumbre del monte y lo veíamos; veíamos su redonda figura saltar. Algo así como un punto saltarín en la cumbre del Cleopo. ¡Qué gozada! Luego llegaba hacia las seis y media y bebía dos cervezas caseras y se comía una boroña preñada de aperitivo antes de la gran cena.
    Así era mi padre. Grande de corazón como de cuerpo. Un día cercano a la Navidad mi padre me explicó su filosofía de la vida. Me dijo: "Nunca juzgues a los demás por su apariencia o sus palabras; fíjate en lo que hacen. Pero también tienes que tener unos principios básicos de vida, Glemo, cuantro, pero siempre coherente con ellos, valiente con ellos. No desfallezcas nunca. Considera a tú prójimo como digno de absoluto respeto, pero si él no te respeta o no sabe respetar a los demás, y si además se niega a reconocerlo, entonces aléjate de esa persona. Estás perdiendo el tiempo con ella. Valora el trabajo. Nadie te va a poder criticar o maldecir por trabajar y hacer las cosas de la mejor manera posible o como mejor sepas hacerlas. Y, aunque te sea difícil entender o comprender, ten a Dios en cuenta en tú vida. Hay cosas que no nos han sido dadas de razón o lógica, pero que intuitivamente debemos respeto. Máximo respeto. Dios es una de ellas. Y dentro de poco celebraremos de nuevo la Navidad con la mayor alegría, hijo."

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  7. Los Reyes llegan a Belén. Los Reyes. Monarcas. Parece ser que eran magos de oriente. Magos de Persia. De la religión zoroástrica. Hay mucho simbolismo en todo esto. Vienen de lejos. De un sitio remoto e indefinible. Nos perdemos en lo remoto de donde pueden surgir cosas extrañas y misteriosas. Magos. Y traen regalos de alto valor simbólico a Jesús. Surgen asociaciones de Ciro el Persa y Darío. Ciro el Persa se le llegó a considerar mesías por su política a favor de la vuelta de los judíos exiliados a su tierra. Esdras y Nehemías. De Ciro a Jesús. Jesús el niño que ha de cumplir las profecías antiguas sobre el reinado de David: el Mesías. El mismo concepto de mesías es ambiguo, misterioso, nunca aclarado. Siempre acabamos en la objetividad gaseosa del mito y el simbolismo. ¿Y sí le damos una interpretación literal y todo fue así? Letra por letra. Jamás captaremos ninguna objetividad, todo pasará inevitablemente por el cedazo de nuestra imaginación. Navidad es una celebración de imaginaciones que siguen iluminando. De nostalgias que siguen vivificando.

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  8. DULDE

    Era un fantasma. De la imaginación. O eso creía. El niño eso creía. Pero el fantasma cobraba vida. Tenía vida precisamente cuando más lo necesitaba. Si tenía miedo de algún compañero de escuela y ese miedo llegaba a atenazarle, entonces el fantasma de su imaginación le animaba a perder el miedo y además le decía cómo hacerlo. Un día puso nombre a su fantasma. Le llamaba Dulde y cada vez lo visualizaba mejor. Dulde le ayudaba a hacer los deberes y a concentrarse, también compartía juegos y paseos solitarios; pero cuando estaba entre amigos o pasándolo bien con sus primos o en excursiones; Dulde desaparecía, se apartaba y dejaba que él fuese libre consigo mismo y con los demás.
    Dulde había aparecido por primera vez cuando su madre murió siendo él muy pequeño para comprender lo que había pasado. De repente su madre dejó de estar presente y todo se volvió frío y distante. Su padre se volvió triste y a veces lloraba cuando iban de paseo, cosa que a él le resultaba chocante. Un hombre llorando cogido de la mano de un niño no era una escena normal entre sus amiguitos de escuela. Pero un día vió a Dulde cuando jugaba en el parque. El fantasma estaba sentado en una rama de un árbol y desde allí le sonrió. El niño le llamó y Dildo se bajó del árbol con una agilidad fantástica, como en los cuentos de los dibujos animados. Y a partir de aquel momento Dulde y él se hicieron amigos. El fantasma podía estar fuera y dentro de su cabeza. A medida que iba creciendo Dulde solo aparecía dentro de la mente, como una imaginación íntima, pero viva y afectuosa. A veces era como un duende enfadado cuando hacía las cosas mal, o le entraba la pereza y la desidia. Pero otras era un afecto de hermano mayor o padre sabio.
    Mientras fueron pasando los años y el niño pasó a ser adolescente y Dulde fue poco a poco alejándose de él. A medida que él iba ganando más y más confianza en sí mismmo y en la vida, así iba elejándose Dulde, el fantasma de la imaginación; de su vida.
    Fue en las Navidades de hace ya 20 años cuando Dulde se despidió de él. Había venido toda la familia desde muchos sitios y la casa estaba llena de alegría. Él, el niño de otra época, se divertía y cantaba carols a coro con todos. Había empezado la universidad y todo le iba bien. Su padre se había casado de nuevo hacía unos meses. La Navidad aquel año fue un tanto especial por el ánimo y afecto que se respiraba. Y de repente, cuando había salido al prado a tomar el aire, vió a Dulde como forma externa, como ser fuera de él. Un fantasma real que ahora se definía con un rostro sonriente y un cuerpo inmaterial. Y el rostro era ahora de mujer, de mujer que se despedía de él para lentamente desfigurarse e ir desapareciendo hacía profundidades desconocidas. Su mente fue captando como un susurro de canción la despedida de Dulde, pero sabiendo que la realidad de su fantasma, su duende; estaría con él para siempre sin necesidad de su presencia. Sintió pena, las lágrimas corrían por sus mejillas, pero su confianza en la vida no se desvanecía, todo lo contrario. Recordó a su madre. En la lejanía del tiempo. Como un sueño o un ser imaginario.

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