Corriendo por el campo a través y allí bajo el sol están los niños jugando. Juegos entre rocas. Entre árboles. Un riachuelo circula cerca. El sol deslumbra con un color verdoso. Un sol verde. Un sol que circula al revés. De oeste a este. Un mundo al revés. Una mente que circula al revés. Los niños tienen ojos grises y se suben a los árboles como monos. Como antiguos simios. Mis manos son fuertes. Mis ojos ven en la lejanía con precisión. Es la hora de la caza.
Recorremos la ciudad. Sólo recorremos la ciudad andando. Llevamos mochilas. Ella habla. Dice algo que no comprendo. La avenida no se acaba nunca. Llevamos tres días caminando esta avenida que no se acaba nunca. Yo digo algo, pero ella no entiende lo que digo. A veces circulan vehículos a gran velocidad. Tal es la velocidad que no llegamos a distinguirlos. Tan solo vehículos que pasan a gran velocidad. Hay gente sentada en los alféizares de las ventanas de los edificios. Sus piernas cuelgan en el aire. Son edificios muy altos algunos.
Para los Larghamoides la religión dependía de un dios real que se les aparecía en sus templos y les hablaba y les daba consejos y normas. Ellos no dependían de la invisibilidad de las ideas o los deseos. Su religión no era ideal o psicológica, era una religión real, material, visible. Su dios aparecía en el templo, se le podía ver, tocar, se le podía oír. Y les hablaba cosas. Y ellos respondían con canciones, con cánticos, con rituales, con entrega de sacrificios. Un dios real. Todos habíamos ansiado un dios real como aquel.
En mi territorio la gente volvió a creer en los espíritus. Después de siglos de puro y rancio ateísmo, la gente volvía a creer en los espíritus de los muertos, Y no solo de los muertos. Espíritus de otras dimensiones y de otros planetas y de otros tiempos y espacios. Y espíritus de piedras, de fuentes y de ríos y de montañas. Se retornaba al animismo más crudo como un alivio. Era una experiencia increíble verse rodeado de espíritus por todas partes. Donde antes no había nada, ahora había espíritus por todas partes. Nos dirigíamos a ellos y ellos respondían con golpecitos, con ruidos, con deslumbramientos, con coscorrones, con bofetones, con tocamientos eróticos, con travesuras. Era la era del espíritu. Amén.
(También pueden visitar Los Relatos de Nesalem)
https://nesalem-wwwrelatos.blogspot.com.es/2018/02/la-vida-por-la-vida.html#comment-form
08 abril, 2018
32 comentarios:
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PERO, ¿QUÉ ÑARICES YE LA VIDA? // BUT WHAT ON EARTH IS LIFE? // PERO ¿QUÉ NARICES ES LA VIDA?
Any moment is as good as another but a moment could be hell and another heavens for the person who lives those moments. Cualquier momento ...
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Estamos entrando en el lenguaje informático que nos conduce a la realidad virtual desde la cual empezamos a operar para cualquier gestión o ...
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A veces uno lee cartas al Director como estas. En España recurrimos más al pretexto moral-piadoso que al riesgo. El riesgo nos da pavor. ...
La montaña que veía a lo lejos era un lugar seguro, pues cuando un día logró subirla allí había un poblado de los Hobster. Este pueblo provenía de territorios muy lejanos. Sus gentes eran acogedoras y ocupaban los valles del otro lado de la montaña. En su propio territorio Nagura no estaba segura de nada. Un día decidió quedarse con los Hobster. Allí su vida cambiaría definitivamente. Cuando desde la montaña veía su antiguo territorio, veía también el peligro. Una mancha rojiza acompañada de un cielo metálico.
ResponderEliminarAlguna máquina tendría que alcanzar la independencia de la conciencia humana. Algún día vendría el Mesías en forma de máquina. Máquina universal: fría, precisa, equidistante de toda ambición o pasión humana. Pero si el futuro asoma en el pasado de la Biblia, ¿qué habría ocurrido? El Reino del Mesías no habría funcionado en todas las lejanías y cercanías remotas del universo. Una tremenda ruptura tuvo que haberse producido. Una catástrofe en relación con leyes cósmicas de imposible conceptualización o intuición.
ResponderEliminarEncontró su secreto debajo de una piedra. Descubrimiento. Nuevo territorio. Solo pertenece a quien sepa mirarlo. La propiedad privada de la mirada. Era dueño y señor de muchos territorios como ese. Sin registro de la propiedad. Sin Estado protector. Territorios que son ley en sí mismos. Ninguna otra mirada es capaz de delimitarlos o descubrirlos como tales. Hay todavía espacios de plena y absoluta libertad.
ResponderEliminarLa ayudó a subir las escaleras con el carrito del niño. Su hijo. Al final de las escaleras había una torre de piedra. No hablaron casi nada. Cuatro palabras y cruces de miradas. Cuando se separaron notó que el hechizo circulaba por todo su cuerpo.
ResponderEliminarLos hechizos son avisos de los dioses. Allá donde haya un hechizo hay un alma aprisionada. Un alma que ha descubierto su posibilidades de volar por nuevos territorios, pero que es incapaz al mismo tiempo de sufrir el riesgo del posible fracaso. De darse el batacazo. Volar con alas de cera que el acercamiento al sol las pueda derretir. Ícaro. Riesgo. Pericia. Valentía. Cobardía. La valentía lleva a la ruptura del obstáculo, de los apegos asfixiantes, de la incertidumbre creativa. Fracaso necesario. O victoria inesperada.
ResponderEliminarGrados de empatía. Grossman tenía un medidor de empatía. Sabía el grado de empatía que las personas tenían o no tenían entre sí. Cuanto menos empatía más artificial e instrumental se convierte la relación entre las personas. Más frías o distantes. Cuando había empatía se cultivaba la confianza. Los vínculos. El aparato medidor de Grossman revelaba las malas y buenas relaciones. Las falsas, las instrumentales. Las simuladas. Quizás las más peligrosas. La aguja entonces se ponía en el rojo.
ResponderEliminarEl amor entre personas no es algo que se pueda controlar con la voluntad. Mucha gente habla del amor con mucha ligereza. Creen que es algo que se puede ejercer con voluntad: bueno voy a amar a estos o los otros. Eso no funciona así. Esa es la fuente de hipocresía. De la doblez: muestro apariencias de algo que en realidad no siento: soy un hipócrita.
ResponderEliminarLas personas o te caen bien o te caen mal. No hay nada que hacer al respecto. Si te caen mal y encima estás obligado a tratar con ellas, pues habrás de buscar las fórmulas más razonables y objetivas posibles para sobrellevar tales relaciones. Si el caerte mal fue debido a un espejismo inicial, pues con el tiempo y una práctica de trato correcta quizás esa persona empiece a mostrar su lado bueno contigo y las cosas empiezan a cambiar.
ResponderEliminarNo hay nada que hacer con ciertas personas. Hay personas que han nacido para crear problemas. No son felices si no crean problemas, si no desestabilizan. Son personas que necesitan el infierno en sus vidas y en las de los demás. Hay muchas personas con infiernos transitorios, pero con un deseo profundo de superar tales infiernos llegado el momento. Pero hay personas que son un infierno permanente. Y no desean cambiar ese estado pues es su ser, su mismo ser. Desean ser infierno. Disfrutan siendo infierno. Conocen el arte del simulacro, la simulación. A la perfección. Hay humanos que sólo viven para la destrucción y la venganza.
ResponderEliminarEl mal en su esencia no es una carencia. Hay gente que hace el mal de una forma ocasional, comete errores de los que luego se arrepiente. Es capaz de ver sus errores bajo el prisma de una ética o una moral y luego rectifica, es capaz de pedir perdón y cambiar su modo de actuar. Una ética o una moral QUE SIENTE en lo profundo. Es natural en él o ella. Y en consecuencia siente compasión de sí mismo y de los demás.
ResponderEliminarPero ojo. El malvado puede aparentar una ética o moral que no siente, que no le es natural. Puede simular compasión y permanecer frío y objetivo en sus propósitos destructivos. El malvado NO SIENTE CARENCIA alguna. Todo lo contrario: siente deseo.
San Agustín estaba equivocado. Spinoza creía que era una cuestión de ingeniería de los afectos y las emociones. No llegaron a la realidad y esencia del mal.
Por sus hechos los conoceréis, decía Yeshua. Yá, lo que pasa es que los hipócritas saben producir buenas obras. Obras visibles. Dan limosna. luchan a veces por causas nobles. O hacen exhibicionismo de ello. Saben simular. Engañan. Lobos por dentro, ovejas por fuera. Yeshua sabía de esto. Cualquier sabio sabe de esto. El fariseo hipotético de Yeshua, no los reales donde había de todo. Un prototipo de maldad en esencia. Difícil de detectar. Sólo D-ós lo sabe. Sólo D-ós ve el corazón de los hombres. Una Instancia absolutamente objetiva ante la cual no cabe simulación/engaño posible. El malvado es incorregible. Carece de sentimientos naturales. De indicadores naturales que le fuercen a sentir vergüenza, asco, rechazo a ciertas conductas que él mismo ha podido llevar a cabo por error, por accidente, por falta de comprensión. Eso es lo normal en la persona normal. El creyente profundo puede además sentir la imparcialidad de D-ós a la hora de juzgar y llevarle a un arrepentimiento sincero.
ResponderEliminarPero el malvado, el maligno, no siente ni el impulso natural, y menos la "voz" de D-ós. Sólo siente su infierno. La realidad infernal que ha de encontrar su satisfacción en la destrucción, el sufrimiento y LA DOMINACIÓN.
El maligno puede simular creencias, conductas, emociones; pueden ser personas encantadoras, persuasivas, amigos "incondicionales"; pero hay algo que los detecta: su ansia de dominio, de control de las personas, de su instrumentalización. Eso llega a ser detectable para cualquier persona que ejerza un poco de juicio y observación. Una vez detectada ese ansia de dominación sobre los demás, sobre alguna persona; no hay simulación que valga: no es algo circunstancial, no es algo accidental, un error. Es algo profundo, permanente, insoslayable, fuera de toda compasión o arrepentimiento. Al maligno, al malvado sólo le importa su yo infernal.
ResponderEliminarLas personas buenas pueden despertar interés y ser modelo de conductas y ejemplares. Pero los malignos son más eficaces a la hora de arrastrar personas, masas, pueblos. La historia está llena de ejemplos. La mayoría de las personas que sienten y padecen son guiados por una ética y moral natural que podrían generar compasión, arrepentimiento. Ánimo de conciliación. Pero en determinados momentos de crisis y desequilibrio pueden dejarse llevar (descompensar) por interpretaciones y representaciones malignas de juicio rápido, de expiación del mal bajo chivos expiatorios fáciles de visualizar, inmediatos. Las frustraciones individuales se concentran fácilmente en frustraciones de las masas, y las masas piden venganza inmediata que satisfaga sus infiernos. Los líderes malvados saben cómo manejar los chivos expiatorios y sus representaciones. Saben cómo sacar provecho y mantener a sí sus privilegios de forma permanente. El ídolo está en peligro. El ídolo no puede romperse. El ídolo y nosotros somos UNO
ResponderEliminarTal como definimos la persona malvada no tiene solución alguna. Los psiquiatras que tratan con psicopatologías aconsejan a quienes se relacionan con psicópatas, apartarse, romper la relación de la manera más precavida e inteligente posible. No hay solución. No hay conversión alguna. Hay un límite con el mal que niega la posibilidad de cambio, reforma o conversión del maligno a una condición de sentimiento moral. De sentimiento natural moral. Y si eso es así las sociedades han de contar con ese factor de malignidad como arte y parte de todo juego de poder y relación. El mal adquiriría una categoría ontológica en algunas personas que no escatimarían ningún medio para obtener poder, dominio, satisfacción de un ego infernal. Suelen moverse bien en las esferas del poder. Tienen increíbles ventajas sobre la persona que responde a sentimientos morales: falta de empatía, cálculo frío, saben jugar con los sentimientos y afectos de los demás para ponerlos a su favor.
ResponderEliminarLas disciplinas psicoanalíticas prometen curación una vez identificados y hechos conscientes los traumas infantiles. Esto puede ser posible con las personas que desean salir de algún infierno que les domina. Llegan a ser conscientes de una necesidad de cambio. Poseen cierta fe en que puede haber salvación. Pero no funciona con quien no desea para nada salir de su infierno y se encuentra a sí mismo como infierno sin ninguna aspiración más que llenar el mundo de su infierno particular, o al menos servir su ego infernal en lo posible. El buen analista acaba descubriendo las múltiples simulaciones de que se sirve una persona malvada. Simplemente, no hay curación.
ResponderEliminarLas políticas de partidos progresistas o izquierdistas se basan mucho en la posibilidad ilimitada de regeneración social y por lo tanto individual, una vez la sociedad haya cambiado a través de una revolución o un cambio radical de estructuras. Pero no cuentan o cuentan muy poco con las personas malignas que ya funcionan dentro mismo de sus propias organizaciones o partidos y que a la corta o a la larga harán imposible ningún paraíso que no sea el suyo propio. Los ejemplos son muchos a través de la historia: Stalin, etc, etc.
Todo ello sin considerar la condición humana de por sí contingente, insegura, etc; pero que aun así hay un trasfondo de sentimiento moral natural al que apelar. No así con la minoría maligna.
Los buenistas no quieren oír esto. Ellos creen que todos sin excepción son redimibles si logramos convencerlos, crear una sociedad más justa y así diluir su resentimiento profundo de origen psicológico; o yendo al fondo de su mal se puede curar de alguna manera: autoexpresión, terapias de grupo, convivencias alternativas, etc. Un maligno se "integrará" o seguirá el juego hasta cierto punto, pero en algún punto de la terapia o la experiencia la hará fracasar, la distorsionará, dará un corte de manga profundo y hará lo que le salga de las narices para aprovecharse de la situación. Es inevitable.
ResponderEliminarUna buenista en un foro me recriminaba que yo viera el mal de esa manera. Era inadmisible para ella. Espero que sea una persona abierta y observadora para que se dé cuenta de estos hechos. Suelen repetirse en un porcentaje de ocasiones y en cualquier contexto social. Por suerte son minoría. La minoría del infierno. Pero son los suficientes para alterar mucho las cosas. Si la condición humana en sí es bastante delicada entre las necesidades físico-emocionales-afectivas y su equilibrio ético-moral, pues añada usted este factor de malignidad tan poderoso.
Lean historia. Observen la política de su país. Lean las buenas novelas. Los libros como la Biblia o Shakespeare etc, etc...
Habíamos empezado esta exposición con el medidor de empatías de Grossman. Buena herramienta sería la de Grossman. Un aparato que nos detectara el grado de empatía entre las personas. Interesante tema los grados de empatía entre las personas normales de trasfondo ético moral.
ResponderEliminarBuenas reflexiones. Le felicito, Sr. Nesalem.
ResponderEliminarCuetu
Interesaantes reflexiones. Le felicito, Sr. Nesalem.
ResponderEliminarCuetu
De todos modos, tenga en cuenta que el psicoanálisis es considerado casi unánimemente una pseudociencia. Los que tienen algún trastorno mental son tratados actualmente por otros métodos.
ResponderEliminarCuetu
Cuetu
Gracias, Sr. Cuetu por su felicitación. Lo pertinente de estos comentarios es que no hay terapia alguna dentro de la psiquiatría o las diferentes terapias que ofrecen las psicologías, que dé al personaje maligno la posibilidad de dejar de ser lo que es. Eso parece ser unánimes entre los expertos en el tema. Le cito a Robert D. Hare como máxima autoridad en este tema: https://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Hare
ResponderEliminarEn cuanto al psicoanálisis yo no lo descartaría tan fácilmente. Sigue siendo interesante y estimulante.
Ahora bien, en estas reflexiones hemos llegado a una distinción entre el mal que puede producir una persona que es profundamente sensible al sufrimiento de los demás, pero que por error o ignorancia o una mala elección, ha forzado a alguna persona o grupo de personas a padecer algún tipo de sufrimiento o agravio; y, por otro lado esas otras personas que no sienten empatía alguna por el sufrimiento ajeno. O sea, quienes no sienten ningún dolor emocional o moral cuando han hecho sufrir a otros. Para mí esta distinción es importante a la hora de comprender el mal real.
ResponderEliminarEl mal en su sentido más dañino ya no es la carencia o sustracción de bien que puede remediarse con mayor conocimiento o virtud moral; sino que en estos casos lo que presenciamos es el mal como ser que se opone de manera consciente y por necesidad propia al bien. El mal entonces sobrepasa y trasciende los límites del dolor y sufrimiento emocional/moral de la mayoría de las personas. Digamos mejor: se escapa a todo medio posible de su modificación. Tiene categoría ontológica.
Decir esto hoy día no es majo ni popular en el ambiente universalmente socialdemócrata que vivimos, pero lo que vemos y vivimos a diario nos confirma esta tragedia humana. Podemos seguir matizando, especulando. Hay mucho que aclarar. Por ejemplo: cómo a través de la historia el mal ontológico se atribuyó a diferentes colectivos o personas para así contribuir a su eliminación, precisamente por estructuras de poder malignas. Hablo del antijudaísmo/antisemitismo, caza de brujas, persecuciones y masacres de herejes, de campesinos, de naciones, personas etc..
Pero en un mundo donde el concepto de lo objetivo (objeto) y su correlación subjetiva (sujeto/yo) se ha convertido en algo problemático, todos los principios que hasta ahora creíamos naturales, se desnaturalizan y pasan a ser productos de representaciones. Representaciones que giran en torno a un vacío de referentes o significados que han de ser revelados a través de un conocimiento fiable. Y si tales representaciones que hasta ahora nos parecían realidades determinantes, en realidad no son más que artificios que buscan conjurar un misterio sobre el mundo y la existencia; entonces se abre una nueva inmanencia.
ResponderEliminarUna inmanencia donde todas las creencias del pasado han quedado dislocadas, desprendidas, descentradas, desarticuladas, fuera de los goznes; desarraigadas. De la Realidad se pasa a las infinitas realidades que se pueden construir de un modo hiper-real, realidades virtuales a través de la inteligencia artificial y las pantallas de nuestros ordenadores.
Pero fuera del nuevo conjuro representativo de la hiperrealidad, subyace la singularidad de un mundo que se sigue negando a ser reemplazado o complementado por el pensamiento.
Quizás la personalidad maligna que no siente o se siente desnaturalizado o desvinculado de los escrúpulos morales que hasta entonces hemos venido considerando como determinantes o condicionantes de un sentimiento de dolor y compasión hacia el prójimo; sea la personalidad premonitora de esta nueva inmanencia del desarraigo. Si todo se ha relativizado, desprendido de unos referentes que ya flotan como cualquier otra representación más en juego con otras muchas y capturadas en las dimensiones hiper-reales de la inteligencia artificial, entonces ya no hay sitio para un yo/ego que se pueda doler de nada, sentir sentimientos de compasión naturales cuando ya la naturaleza misma ha pasado a ser otra representación más: manipulable, objetivable, subjetivable.
ResponderEliminarQuien hay traspasado todas las barreras de la representación y se hace consciente de ello ha entrado ya en la lógica de la malignidad. Sin darnos cuenta la historia nos ha empujado al máximo desprendimiento, y así cruzamos los límites de lo humano a lo inhumano: nos reinventamos en los desiertos virtuales y nos defenderemos con mayor miedo, terror, pánico ante los nuevos virus, las nuevas mutaciones de los sistemas, las continuas interferencias desestabilizadoras que nos seguirán viniendo de fuera.
Puede que la personalidad psicópata en todas las épocas fuera la premonición del monstruo que habría de devenir.
O del Ángel de Luz. La hiper-realidad es el mundo de la simulación y el simulacro. La muerte de toda ilusión metafísica. La obsesión por la transparencia y la instantaneidad libre de emociones, sentimientos, afectos...
ResponderEliminarQuien vive la inmanencia de Dios no puede hacerse preguntas sobre lo que no sea Dios o fuera de Dios. Tampoco tiene sentido hacerse la pregunta, ¿existe Dios? Quien pueda hacerse esas preguntas entonces prueba que ya ha dejado de ser inocente en Dios. Absolutamente inmerso en Dios. Quien cree de verdad no puede cuestionarse esa verdad. Cuestionar significa abrir, poder saltar fuera y verse en perspectiva desde algún sitio que ya no se es lo que se era. El creyente en Dios que ya ha dado ese salto, de alguna manera ya ha dejado de creer en Dios de un modo inmanente, verdadero, inocente. Ya sabe que hay sitios o lugares o puntos desde donde se puede cuestionar a Dios y no pasa nada.
ResponderEliminarCuando la niña dijo a su padre: Papá, yo creo en los Reyes, eso quiere decir que quisiera seguir creyendo en los Reyes, pero ya no cree.
Ese es el dilema de los creyentes actuales: quisieran creer en Dios, pero ya no creen de forma absoluta, absolutamente inmanente funcionando en Dios sin fisuras ni saltos fuera de su providencia. El creyente actual tiene el gran deseo de creer, de estar inmerso en la inocencia absoluta del creer, pero sin la posibilidad de vivir jamás en esa inocencia. Quizás esa fue la expulsión del Paraíso: has cuestionado a Dios desde fuera, desde tú propia conciencia haciendo oídos a la serpiente. A partir de ahora vivirás con el deseo de creer, de volver a la inocencia, pero jamás podrás retornar a tal paraíso.
ResponderEliminarEl peso de la responsabilidad individual es insoportable y agotador. El mundo presenta demasiados dilemas, demasiados misterios, fuerzas en fricción, empujes, choques, desplazamientos, confusiones, ambivalencias. Hacerse uno responsable de todos los fallos y fracasos que nos puedan sobrevivir es demasiado peso, agotador. Por eso el alivio de la obediencia. Si en lugar de hacerme responsable delego tal responsabilidad en alguien superior que se haga cargo de mis problemas, de mi protección, y me dirija, me orienta; alguien que además sabe, conoce mucho más que yo y busca mi bien; entonces, sí, entonces, puedo encontrar mi libertad en la obediencia a ese ser, a esa persona, a ese patrón, a ese político, a ese padrino de la cosa nostra, a mi general, a mi cuerpo militar, a mi cacique, a mi caudillo. Y también a mi Dios o en su lugar a quienes representan a ese Dios: mi Iglesia, mi Papa, mi organización de Dios, mi secta, mi gurú. La obediencia a las autoridades me hace delegar mi responsabilidad y mi entrega incondicional me hace descanasar; me da sentido, me hace sacrificarme por ello... Pufff
ResponderEliminarEl fanatismo es la forma extrema de tal obediencia incondicional. El obediente normal juega entre su lealtad sin fisuras al ente al que se entrega, y, por otro lado su posibilidad de cuestionarle, de alejarse de él si nota fallos o engaños notorios o su confianza se ve mermada por la debilidad del poder de su ente soberano. Pero el fanático no puede resistir fisuras, fallos, debilidades; le va en ello el alma. Toda su estructura de obediencia y creencia o deseo de creer, ha de ser perfecta, inviolable, justificable en última instancia. El fanático es quien más se acerca a la inmanencia absoluta de la creencia a través de una obediencia inexorable. El fanático es capaz de morir antes de verse expuesto a dar un salto crítico o hacerse esas preguntas fatales que lo saquen de su paraíso.
ResponderEliminarSiempre vivimos sumidos en una inmanencia. Hay cosas que nunca podremos ver desde otras dimensiones por la absoluta imposibilidad de trascenderlas. Dios puede ver todas las realidades posibles y a nosotros en nuestra inmersión dentro de nuestras posibles realidades, pero nuestras posibles realidades viven inmersas y superpuestas dentro infinitas dimensiones con sus respectivas infinitas realidades. Cosa que suponemos. Confiamos en que Dios puede ver todas las infinitas dimensiones. Si podemos hacernos tal idea, confiamos en que tal idea pueda ser real.
ResponderEliminarDelegar en el Estado, supone delegar nuestra responsabilidad individual. Quitarnos el peso de nuestra responsabilidad y libertad. Preferible obedecer, ser súbditos/ciudadanos. Esta idea política es muy tentadora. Prueba lo vulnerables que somos. El miedo a nuestra vulnerabilidad. El miedo. La comunidad basada en el miedo.
ResponderEliminarCuando en España gobernaba un dictador, muchos eran los que querían y deseaban al dictador, al padre, al que todo lo sabe; al que te puede eliminar con su voluntad. De haber habido un referéndum en el año 62 o 63 lo hubiera ganado el Dictador sin problemas. Para muchos es un descanso el poder obedecer al dictador de turno.
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