04 noviembre, 2013

SI LOS CURAS Y FRAILES Y TEÓLOGOS DE LA POLÍTICA SUPIERAN....QUE NO SON NECESARIOS.

Me he dado cuenta que en realidad nos sobran ¾ partes de los políticos que tenemos. Además, se
contradicen aquellos que claman contra los políticos corruptos e ineficaces y luego piden más estado. No se dan cuenta que a más estado más políticos ineficaces, y, lo peor de todo: innecesarios. La economía no necesita de guías espirituales o de curas o teólogos que la dirijan. Esa es la trampa. La economía se guía por unas leyes de mercado que acoplándola a unas leyes civiles de máxima garantía de derechos y obligaciones las cosas casi marchan solas. El problema empieza cuando media humanidad quiere salvar a la otra y entonces surgen curas, tutores, teólogos, consejeros espirituales que quieren dirigir y regular la economía, la vida civil. Estos curas etc, necesitan vivir, comer, hacerse notar, verse como imprescindibles. De ahí que prediquen Estado. Ellos son los que dan vida y justificación al Estado. El Estado son ellos en primer lugar. Sin el Estado no tendrían sentido.

Siendo la experiencia humana algo tan complejo y complicado, es imposible reducirla a una simple definición; y, por lo tanto a una simple función por decreto. En un estado socialista o comunista, la aspiración es que nadie pueda sobresalir a un igualitarismo impuesto por el estado. Y ese igualitarismo no dejaría de ser una opción ideológica interesada y conveniente para quienes comparten esa ideología; y, quienes comparten esa ideología necesitan el poder para ejercerla e imponerla como la verdad, lo bueno, etc. Cuentan estos señores, con la demagogia como arma. Prometen el otro y el moro de máxima felicidad con retórica y palabras. ¿Quién no desea vivir lo mejor posible trabajando lo mínimo? ¿Quién no desea vivir en una sociedad utópica con toda necesidad cubierta y todo planificado para vivir con el mayor tiempo libre? Todos.

Pero otra cosa es cómo llegar a ello.

El socialismo y el comunismo escogen la vía de la retórica y la representación simbólica. Ponen el aparato político e ideológico-demagógico a funcionar a toda máquina para mover a la gente en la dirección interesada; pero a la hora de crear el motor económico para llevar a cabo el proyecto utópico, este se atasca, se
estropea con facilidad y la dura realidad se impone de nuevo. El ser humano es muchas cosas a la vez, no sólo una en una dirección. A la hora de hacer economía hay que movilizar los recursos humanos más inteligentes y eficaces para crearla; hay que facilitar la libertad creativa y de riesgo para que esa economía se movilice en la dirección óptima. Y para ello hay que crear estímulos, hay que facilitarlos con premios, con compensaciones que hagan posible que los mejores entren a poner en funcionamiento el motor de la economía con el manual adecuado. Luego será el respeto a la ley lo que haga posible que la riqueza se diversifique de la manera más justa para todos. La estructura económica ha de ir de la mano de un fuerte individualismo guiado por una ética y moral innegociable de justicia, derechos y obligaciones.
Para esto no necesitamos tantos políticos, tantos curas y teólogos del estado salva-mundos.
Me queda la duda de si no estaré equivocado.

Recordad que existen: LOS RELATOS DE NESALEM
http://nesalem-wwwrelatos.blogspot.com.es/
 

7 comentarios:

  1. nesalén: somos un país que aspira a la mediocridad, no nos asustes con esas ideas.

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  2. Se me presentan dudas. Subordino la política a un respeto de la ley. Pero el respeto a la ley del estado implica a sí mismo un deber moral de ciudadano. Las dos cosas van juntas. Un deber moral de ciudadano no implica una moralidad concreta: cristiana, musulmana, laica, marxista, etc. Se mantiene entonces la autonomía de lo político-civil ante cualquier justificación religiosa o metafísica de lo socio-político. La ley se puede adaptar a cambios, no es algo fijo.

    Mantengo sin embargo la autonomía de lo económico: tiene sus propias leyes al márgen de la política, pero nunca deja de expresarse en un terreno político.

    No menciono la dimensión religiosa, pero se sobreentiende que queda también circunscrita a su propio campo. Asumo que el deber moral cristiano es no aspirar al poder político-económico, aunque el cristiano como ciudadano puede influir con su voto, con sus opciones y ejemplo en la vida político-civil.

    No sé si el catolicismo estaría de acuerdo este plenteamiento. Nunca una iglesia protestante de tipo congregacionalista tendría problemas con este plenteamiento, creo.

    Dejo el tema abierto.

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  3. En el espectro de religiones que no son católicas las hay que en sus credos figura la posibilidad o aspiración a ejercer dominio sobre toda la sociedad. Es decir son religiones políticas. El Islam es un ejemplo, pero hay otras que aunque se conforman a un estado de derecho democrático, aspiran algún día por medios proselitistas o conquista del poder (a corto o largo plazo todo depende de las circunstancias), al control político, moral, etc. Otras, sin embargo, en su credo ya renuncian explicitamente a todo poder político, pues su reino no es de este mundo. El Reino de Dios pertenece a otra esfera ahistórica y es algo a efectuar por Dios mismo en un tiempo venidero. Los mormones creo que están en el primer caso, los Hermanos de Plymouth, Menonitas, y muchas otras denominaciones protestantes están en el segundo; pero hay denominaciones protestantes de todo tipo también que llegado el caso intervienen en la política para imponer sus puntos de vista considerados superiores. Ejemplo: en ciertos condados del sur americano (Estados Unidos de AMÉRICA) se trata de condicionar las escuelas públicas a enseñar puntos de vista cristianos que en realidad sólo corresponde a las iglesias enseñar. O imponer la ley seca por impositivo moral de una moral particular a ciertas religiones, etc. O a hacer oración pública en estadios de fútbol.

    Es decir: hay una tentación a confundir territorios. La sociedad civil es un territorio de TODOS (creyentes y no-creyentes) y toda convivencia ha de estar reducida a unos mínimos éticos donde todos podamos vivir sin fricciones.

    Todo esto sería tema de interesante discusión, pero no veo en ningún foro protestante que estos temas sean temas de diálogo o sana discusión.

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  4. Ateniéndonos al Nuevo Testamento no vemos ningún programa de religión política, vemos una iglesia que va sustituyendo a la sinagoga y que hereda el concepto de Israel, pero en un plano abstracto de superación de identidades nacionales o étnicas. Del mismo modo que la sinagoga en la diáspora no se integra al Imperio, sino que vive como entidad religiosa autónoma con su estatus jurídico especial; así mismo las congregaciones cristianas heredan esa idea, pero sin el componente étnico exclusivamente judío. El Nuevo Testamento es en primer lugar un "programa" de salvación individual NO SOCIAL O POLÍTICO. Otra cosa fue lo que sucedió después al no cumplirse el fin del mundo tal como se esperaba.

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  5. Por eso creo que todas aquellas denominaciones cristianas evangélicas que renuncian a interferisrse en la vida política con programa propio; o a dominar de algún modo la vida civil imponiendo moral; están en el camino apropiado: el camino del Nuevo Testamento.

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  6. En realidad el cristianismo es Israel una vez desactivado el marcador étnico. Un "Israel espiritual" que entiende al Mesías de otra manera. Que ha modificado la idea de Mesías.

    Pero un Israel cuyo territorio es el mundo en su totalidad y cuyo Reino Mesiánico también habrá de llegar PERO POR OBRA DIRECTA O INTERVENCIÓN DIRECTA de D-ós. Irrupción de D-ós en la Historia. No conquista de la historia a través del poder político: cesaropapismo y otros.

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  7. Por eso también ningún cristiano ha de obligar a nadie a nada que no sea libre y voluntario. Menos todavía a forzar a conversiones a través del "brazo secular". Por eso como cristianos protestantes la sociedad civil democrática ha de ser una aspiración: es el espacio libre de TODOS (creyentes y no-cryentes). Toda conversión ha de ser voluntaria en una sociedad que no fuerza o condiciona u obliga en el terreno ideológico o religioso.

    Fue Karl Barth quien pensaba que una iglesia desligada del Estado es una iglesia que recobra su plena autonomía.

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