El coche se desliza por esa autopista mientras el violinkoncert de Beethoven suena y las emociones se ven involucradas en la prodigiosa sacralización del sonido que se funde con el paisaje plano de Illinois a una velocidad mecánica de 55 millas por hora. El violinkoncert nos arrastra como una sola sustancia en un viaje que se ha mantenido en suspenso desde que salimos de Chicago. Bosques praderas, llanuras, colinas a lo lejos, cruzamos algún río, coches que nos adelantan o a veces adelantamos en común deslizamiento. Vamos pasando pueblos y el cielo sigue gris en esta tarde invernal. Afuera hace frío. La calefacción nos hace sentir en un hogar. Volver a Austin, Tx, nos llevará dos días. Vamos sin prisa. Las emociones ahora se revuelven y toman vida propia en afrenta a una situación que está siendo difícil de mantener como una sola esencia. Ni tan siquiera la armonía del acontecimiento que se va
deslizando en sincronía cuasi sacramental, logra cauterizar la desgarradura de los espíritus que siempre aspiran a otra mayor fantasía y esas misma fantasía van incluída en el viaje. Ha sido el espectro oculto durante horas, quizás durante días, pero es en las últimas horas de viaje cuando se manifiesta con todo su poder desgarrador. El violinkoncert de Beethoven baña con su sonido las turbulencias del espíritu que ahora se comienzan a concentrar en lo inmediato. Salimos de la autopista y nos dirijimos hacia una estación de servicio. La velocidad desciende. Ella baja el sonido de la sinfonía, yo voy frenando. Las luces de neón de varios colores resaltan la rutina del llenado del depósito de la que somos partícipes cientos de viajeros. Aparcamos y nos fuimos a la cafetería. Nos miramos por un tiempo y ella dijo: "Tengo la impresión de que no estás viajando conmigo". No supe que contestar. El violín mayor del Violinkoncert me seguía invadiendo el cerebro y así seguiría por días. Las posesiones del espíritu llegan a notarse y quienes viven con nosotros se dan cuenta. Por fin respondí: "Estoy un tanto inquieto por mi futuro y cuando tengo miedo me siento vulnerable. Cualquier espejismo me desconcierta y me amenaza con trastocarme la vida de una forma absurda y arriesgada". Ella me siguió mirando. Sabía lo que podía estar pasando, pero optó por el silencio. Acabamos los cafés y seguimos nuestro viaje. El Violinkoncert siguió dominando el viaje por un tiempo hasta que encontramos un motel donde hacer noche.