Me puse a caminar con la lista de la compra hacia el supermercado. No eran muchas cosas. Me puse el barbijo, metí las llaves de casa y del coche en el bolso. Metí el frasco del gel desinfectante en el otro bolsillo. También llevaba el pañuelo. Cuando vivimos estas acciones como aburridas o como rutinas inconscientes, entonces nos hemos perdido en la dicotomía de lo que estoy pensando y lo que estoy haciendo. Lo que estoy pensando pesa más que lo que estoy haciendo y entonces lo que estoy haciendo queda devaluado en función de lo que pienso. Lo que pienso absorbe mi ser y meter las llaves en el bolsillo pasa a ser un acto automático, un acto maquinal inconsciente subordinado a lo importante que es la idea que llevo en la cabeza, la preocupación de lo futuro. Funcionamos como fantasmas metidos en un cuerpo. Si el alma responde a la materia, como dicen los materialistas, entonces mi acto de meter las llaves en el bolsillo sería eso en su sentido pleno. No habría dicotomía alguna donde la mente vive en un plano y el acto material de meter las llaves en el bolsillo vive en otro inferior y subordinado a la preocupación del momento. Sería todo un plano en acción y con la misma intensidad. Las llaves en el bolsillo y la idea de ir al supermercado son la misma acción en un plano absoluto de igualdad. No falta ni sobra nada. Todo ello es un acto de existencia sin jerarquía alguna.
Si esto no es así, entonces estamos viviendo una dislocación permanente entre mente y cuerpo. Lo que importa es lo que hay en la mente: mis obligaciones futuras en función de mis preocupaciones pasadas. Estamos en el plano mental de la existencia que se mueve a una velocidad diferente de mi cuerpo y mi realidad del momento. Estamos en disonancia con el cuerpo y las cosas presentes que pasan a ser superficiales, de segundo o tercer orden, objetos inertes a nuestra disposición mental. Las cosas pasan hasta desapercibidas y aburridas en su disponibilidad o funcionalidad. Coger la lista de la compra, coger las llaves de casa y meterlas en el bolsillo, poner el barbijo, etc., son cualitativamente acciones muy inferiores a lo que de verdad cuenta: mi mente y sus representaciones. El materialismo dice uno, pero luego hace otro. El materialismo como práctica de vida parece más un dualismo mente/materia, que un monismo de todo materia en todo momento y sin distinción de jerarquías. ¿Por qué la mente va por un lado y la materialidad por otro? ¿Por qué no todo al unísono como es en última instancia si todo es materia? A mayor distancia materia/mente mayores disonancias y mayores fricciones. Vivo para mis representaciones y el mundo está ahí fuera a mi servicio o al servicio general de la normalidad a la que hay que obedecer.