Sylvia Crepalagar era una atea de tomo y lomo. Pero tan atea era que un día se dio cuenta de que se aburría mucho siendo atea y que además, se lo tomaba muy en serio y eso le cerraba, por otra parte la posibilidad de inventar sus historias de fantasmas y de espíritus; tema que paradójicamente le atraía. Pero ya desde su juventud se había
empeñado en ser atea porque la religión siempre le había parecido un invento de viejas beatas y de gente débil dada a creer en lo que nadie ve ni puede demostrar. Ser atea le parecía la postura más sana y más sensata para una mujer librepensadora. Hasta que se dio cuenta de que se aburría sobremanera siendo atea y que además su imaginación nunca dejaba de sentirse tentada a explorar los reinos hasta ahora censurados por ella misma. Se abriría a la posibilidad de que pudiera existir Dios o mundos sobrenaturales poblados por increíbles criaturas o ángeles o entidades extrañas y hasta demoníacas. Quién sabe lo que habría por ahí por esos espacios siderales tan infinitos y esas galaxias tan lejanas y ajenas a nosotros, pensaba nuestra mujer. Entre tanto veía cómo se aproximaba otra Navidad y cómo las calles se decoraban y la gente parecía estar algo más contenta de lo normal contagiados de una espontánea alegría. Los niños jugaban con más intensidad y los mayores se saludaban con más entusiasmo de lo normal. Sylvia entonces se decidió a hacer algo que nunca había hecho: compraría regalos de navidad para sus sobrinos del pueblo de Volargen, no muy lejos de su ciudad. Además aprovecharía para verlos, pues ya hacía tres años que no los veía, por pura desidia e indiferencia. Su prolongada vida de soltera la hacía ser cada vez más encerrada en sí misma, más egoísta.
Y dicho y hecho. Se metió en unos grandes almacenes y allí compró lo que la imaginación le llevó a comprar en forma de juguetes para los niños de su hermano Julián. El pobre Julián había sido abandonado por su mujer hacía un par de años y casi seguro que resentía el también no disimulado abandono de su hermana mayor Sylvia, siempre centrada en su miserable vida de solterona pretenciosa, pensaba ella que pensaría su hermano. Por fin quedó satisfecha de su compra y encargó que le llevarán los paquetes a su domicilio, pues el volumen no era transportable por una sola persona. ¿Qué le estaba pasando? No se sentía como era lo normal en ella: el mundo reducido a su dura razón convenientemente objetiva y ambición profesional sin límites ni tiempo. El
mundo como maquinal y segura rutina sometida a los inflexibles horarios de la Civilización. Todo eso ahora parecía perder sentido y poco a poco la ciudad y sus calles pretendían envolverla en una inesperada embriaguez de magia y misterio. Los juegos de luces de coches, farolas, tiendas y semáforos intentaban embriagarle una parte de su ser desconocida hasta entonces o quizás medio ignorada con su coraza de innegociable ateísmo. Estaba despertando a una nueva y abrumadora sensación de paz y bienestar que hacía posible la reconciliación con todo el mundo. Tenía ganas de saludar a la gente, de decir algo a alguien; de reconocer que tras su aburrida y prosaica vida había otros mundos, otras tonalidades: era libre de crear y recrear el universo con su imaginación hasta entonces encerrada y encorsetada y todo le parecía salido de una inocente transmutación de realidades. Quizás debería tener cuidado y volver a la cordura, al sentido común. Aquello que le estaba ocurriendo podía ser un ataque de entusiasmo sin sentido. Jamás cedería al más estúpido sentimentalismo de las más comunes de las personas. Se paró en seco delante de un escaparate de una tienda ornamentada para las fechas. Se miró en el reflejo por unos segundos y de repente comenzó a llorar. Aquello no tenía el más mínimo sentido, era el más puro acto de irracionalidad que le había acontecido, pero no cedería.
Pronto estaría en casa, pero el mero hecho de saber que en una hora le traerían todos aquellos regalos del almacén y que al día siguiente los habría de llevar a Volargen a casa de su hermano y pensar que habría de pretender querer a unos sobrinos que apenas había visto, ni sentido necesidad de tal cosa, le producía pánico, miedo, y una decidida parálisis de acción. Todo aquello era una locura.
"Sylvia", una voz le llamaba. "Sylvia" volvió a repetir la voz. Al dar la vuelta no veía a nadie. En la esquina, un grupo de muchachos y muchachas disfrazados de Santa Claus cantaban villancicos. Eran del Ejército de Salvación recolectando dinero y regalos. "Sylvia", la voz insistía; y al mirar de nuevo a otro lado de la estrecha calle vio su sombra proyectada y alargada sobre el asfalto y sobre una fachada acristalada de una tonalidad opaca. Se quedó parada y sin aliento. De repente sintió la fuerza de una opresión que se iba trastocando en pura y simple inocencia que se expandía en todas direcciones y en toda dimensión y la sombra desaparecía a medida que su paso se hacía más libre y decidido.
Al día siguiente abrazaba a su hermano y a sus sobrinos en Volargen al salir de un taxi preñado de regalos y de alegría. "Feliz Navidad, tía Sylvia, Feliz Navidad" gritaban sus sobrinos.
19 diciembre, 2014
LA NAVIDAD DE SYLVIA CREPALAGAR
12 comentarios:
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Bueno, conozco a ateos que se creen a píes juntillas todo tipo de historias de fantasmas, apariciones y espíritus sin el menor rubor.
ResponderEliminarUn buen cuento de Navidad, sí señor.
ResponderEliminarPedrosa Latas
Gracioso cuento, muy bien llevado, con una protagonista poco habitual en este tipo de relatos y un final muy ingenioso.
ResponderEliminarAlpargatas. Gijón
Es curioso. La fe y la ley. Si la ley, entonces la ley rige a todos: a D-ós y a los hombres. La Ley es suprema para ambos. Si la fe, entonces ya no es la ley; sino la gracia. Y si la gracia, entonces es la "arbitrariedad" divina. Quedamos, entonces, sujetos o subordinados o envueltos o descansando o confiando de modo absoluto; en la "arbitrariedad" de D-ós. Esa "arbitrariedad" es la que define todo lo que existe y lo que es. Además sería insondable, inabarcable, incognoscible para los humanos. La fe entonces de producirse habría de ser un milagro. La gracia sería la distribución del milagro. Pero la distribución en sí sería un misterio. Sólo D-ós sabe a quien o quienes distribuye y el "secreto" o misterio de tal distribución.
ResponderEliminarCuando un territorio-real está ya superexplorado y las cosas se repiten hasta el aburrimiento, entonces surge la necesidad de alejarse y buscar o refrescar territorios nuevos inexplorados o con posibilidad de ser recreados. Se busca estar en otra parte.
ResponderEliminarNo siendo capaz de salir de dicho territorio-real ya superexplorado, entonces el precio a pagar es que el alejamiento nos substrae del territorio real para sumirnos en otros territorios no reales. La fricción que esto crea es sufrimiento. Pero también compensación en la soledad.
Es tal la condición humana que nadie se adapta plenamente a ningún territorio-real y todos buscamos proyectarnos a otros territorios, pero los territorios imaginarios siempre entran en fricción con los territorios reales. Los transforman o se rechazan o se conforman en una rutina sin vida.
La abuela Lorengrinna trabajaba como maestra de niños en la reserva de Pine Ridge de los Sioux en South Dakota. La abuela Lorengrinna quedó grabada en el recuerdo de muchos niños de la reserva que todavía hoy, después de tantos años, aun la recuerdan. También su nieta Robin la recordaba como "mi abuela que era muy buena conmigo". Creyente y practicante de la Ciencia Cristiana, Lorengrinna sonrie en esta foto que quedó de ella tan lejos de sus orígenes y de sus llanuras y de la nación Oglala Lakota. Me la imagino mirando el horizonte que rodea y limita al mismo tiempo la llanura: el territorio que no acaba nunca ....
ResponderEliminar¿Y si viéramos a Jesús como un territorio? Un territorio a explorar: un espacio geográfico de pliegues, repliegues, pasos, montañas, horizontes, mares, selvas, territorios desconocidos pero anunciados por exploradores. ¿Qué es el Sermón de la Montaña más que un gran repliegue hacia lo común, la comunidad en un desnudo desprovisto de accidentes, de presas, de barreras? ¿Qué es Pablo sino la posibilidad de expansión de Jesús-Cristo hacia una comunidad mundial sin barreras, sin etnias, sin lenguas que se interpongan pues todos pueden acabar hablando muchas lenguas, no imponiendo UNA en exclusiva?
ResponderEliminarEstamos recorriendo Judea y nos hemos tropezado con unos fariseos. Nos preguntan con sorna si ya ha llegado el Mesías. Nosotros les decimos que vaya usted a saber cuándo ha de llegar el Mesías, pero que anda por ahí un tal Jeshua, el hijo de José, que dice que vendrá pronto. Estos fariseos son jóvenes y se ve que están todavía aprendiendo sus artes de interpretación de la Ley. Nosotros andamos buscando a Jeshua y su grupo. Dicen que Jeshua es muy serio y que le falta sentido del humor. Bueno, un profeta que predica el fin de los tiempos no se puede andar con mucho humor. Son cosas muy graves. Pero hay gente muy versada en la ley que tiene mucho sentido del humor. El Rabino Eleazar tiene mucho sentido del humor y cuenta muchos chistes. La gente sabia y que sabe de la vida suele tener mucho sentido del humor. Los judíos siempre hemos tenido mucho sentido del humor.
ResponderEliminarMirad, ahí viene una patrulla romana. Jobar, estos tíos andan por ahí con una chulería insoportable. Son unos maizones que no saben escribir la "O" con un canuto, pero se creen los amos del mundo. Vamos a decirles algo: "He, ¡maizones!, ¡cerdos!"; venga, ahora a esconderse toca. Metámonos por esos matorrales que nos llevan al barranco. Je, je, je...
Bueno hay que ir a ver a ese Jeshua llamado el nazareno que viene de Galilea predicando con ese acento palurdo de Galilea.
He, vamos a ver a las hijas de Mishrael que están que se lo vierten. La semana pasada estuvimos en la plaza del pueblo y se hicieron ver las muy pillas. Iban con su madre Sará y compraron unas berzas en el mercado. Dicen que el viejo Mishrael las quiere casar con los hijos del comerciante Ananías y con el hijo de Josafat el herrero que vive no muy lejos de la puerta de Damasco. Parece ser que no encuentra buen partido aquí en Bethlehem.* Nosotros, los hijos de Nemanuel el guarnicionero del pueblo, no somos buen partido para el viejo; . Qué le den morcilla al contrahecho ese de mierda y a su insoportable mujer que siempre huele a pescado podrido. Si no fuera por sus tres hijas que están tan buenas...
ResponderEliminarHe, ¿sabéis que hay gente forastera en Bethlehem estos días? Se sospecha que hay espías de Herodes. Están cagados de miedo con los zelotas y algunos de sus sicarios. Dicen que han llegado también unos sacerdotes persas muy raros. Son paganos, pero muy respetados por los rabinos y sacerdotes. ¿Qué hacen aquí?
*Bethlehem (Belén) está a 9 km de Jerusalén)
Finales del siglo XVII.
ResponderEliminarSr. Pinffer, cuando hablamos de Jesucristo, estamos hablando de un misterio de fe. Es una figura que ha venido configurando y regulando la vida de millones de personas a lo largo de la historia. Hoy es Navidad y seguimos celebrando el nacimiento de este Dios encarnado como humano, o si es usted de alguna “herejía” unitaria, pues sería la encarnación del unigénito del Padre o segundo dios en la Corte Suprema Divina. Todos los creyentes dicen conocerlo de alguna manera íntima o colectiva, otros creen en el a distancia y con respeto; la mayoría parece seguir una inercia que imponen las iglesias y que ni tan siquiera conciben la idea de cuestionar su existencia. Nuestro mundo está inmerso en la figura de Cristo, sea para bien o muchas veces para mal en mi atrevida opinión. Es evidente que nadie puede ver a Dios o a Jesucristo, pues no se materializan tales figuras divinas, ni nos hablan de una manera palpable y directa donde no haya lugar a duda alguna. Quienes creen en él creen en un ser invisible que no se puede describir de manera exacta, que está ahí en un trasfondo intangible como una figura amorosa, buena o a veces también justiciera y amonestadora. Más o menos como una figura paternal: un buen padre que nos cuida, nos vigila, nos consuela, etc. Claro que a veces hay dudas muy fuertes cuando se contemplan las injusticias y crueldades que se infligen en este mundo de forma constante y permanente. ¿Quién manda aquí, el Diablo o Dios?
Porque a veces da la impresión de que el Diablo tiene el poder real de machacar a la gente y de hacerla sufrir día a día. Pero es un juego de equilibrios y la teología dispone de toda explicación: estamos a prueba en este mundo, la santificación exige sacrificio y resistencia a las tentaciones; hay que saber resistir al mal y confrontarlo para ganar, o si es usted luterano, para mostrar a los demás su gracia y poder.
Hoy es Navidad y los villancicos y los cánticos y los himnos y los relatos y las historias y los cuentos y las evocaciones y las ilusiones y las nostalgias de mucha gente salen de nuevo a la luz impulsadas por esta figura llamada Jesucristo. Que jamás vemos de forma palpable, objetiva, y que tan sólo conocemos de forma íntima si es creyente, o por lo que otros nos dicen sobre su experiencia particular con él; o por los milagros de la iglesia y todo su boato religioso tan abrumador; su estructura de poder y jerarquía; o su capacidad de captación y movilización de fieles y colectividades masivas: algo evidentemente visible; efectos bien patentes a lo largo de la Historia. Y si es usted luterano ahí tiene sus Escrituras y ese poder de la Palabra sobre su vida y esa liberación del espíritu de esencia pecadora.
Jesucristo es como esa fuerza o energía que va llenando o completando los vacíos o las incongruencias de las vidas de millones de personas que creen en él. Es la energía que da sentido a los muchos sinsentidos que la razón no alcanza. Apacigua los muchos sufrimientos que por incapacidad o por impotencia o por incomprensión padecemos los humanos. Para otros todo lo contrario: refuerza su sentido de lucha, de justicia, de dar la cara a lo inhumano por medios políticos o la acción.
Sea lo que sea Sr. Pinffer, la Navidad está de nuevo aquí y si usted siente ánimo y espíritu cristiano pues celébrela con los suyos en sana y alegre convivencia.
Suyo por siempre,
Miguelo de Sarbelo
Siglo VI antes de Cristo, en algún lugar del Imperio Persa de Ciro el Grande:
ResponderEliminarPadre, ¿por qué el Profeta nos habla a veces de que los reinos de Israel y Judá se unirán de nuevo bajo el cetro de David y que llegaremos a ser un pueblo fuerte y justo entre las naciones?
Hijo, todos sabemos que Jehová no nos ha de abandonar por mucho que hayamos pecado desobedeciendo su Ley. Jehová es bueno y misericordioso y siempre está dispuesto a olvidar y perdonar todas nuestras ofensas y toda nuestra idolatría. Ciro nos permite volver a nuestra tierra y eso es la muestra de que D-ós lo está utilizando para que Israel y Judá vuelvan a ser su Pueblo. Reconstruiremos el Templo y haremos posible que nuestra Ley quede grabada en los corazones de la gente.
Padre, pero el Profeta dice que ha de surgir un Rey de la rama de David que hará de Israel la nación más grande de la Tierra y que todas las naciones gentiles llegarán a adorar a Jehová nuestro Dios y que el mundo será un mundo de justicia y de paz bajo el reino de Di-ós y su Rey. ¿Quiere esto decir, padre, que se han de acabar ya las penalidades de nuestro pueblo y que ya no habrá más exilios y que las naciones gentiles harán paz con nosotros y reconocerán a nuestro Dios? Además el Profeta parece decir que ya no habrá ni enfermedades y nos alejaremos más del Sheol para acercarnos más a una vida muy duradera. Me imagino, padre, un mundo de muchos campos de trigo y de árboles frutales y de mucho ganado y todos los israelitas y judíos viviendo alegres y por muchísimo tiempo sin bajar al Sheol. Y también nuestros vecinos persas, griegos y fenicios haciendo pactos con nosotros y visitando el Templo para presentar sus ofrendas al único Dios del mundo: Jehová Rey de los Ejércitos. Jerusalén ese Día será una ciudad gloriosa, será el centro de la Tierra. ¿Será eso verdad algún día, padre?
Hijo, no conviene tomarse al Profeta al pie de la letra. Es bueno que estemos contentos por el decreto de nuestro emperador Ciro el Grande. El mundo está cambiando y nuestro pueblo ve un futuro radiante y prometedor. Nos imaginamos ese futuro porque ya hemos sufrido mucho y hemos cometido muchos errores, nos hemos dividido como pueblo; hemos adorado dioses ajenos y sacrificado a los ídolos. Ahora se acerca una era de restauración y la gente está muy contenta y quiere ver ese futuro que anuncia el Profeta y es bueno que soñemos con ello; pero somos humanos y seguiremos cometiendo nuevos errores, aunque D-ós no lo quiera.
Pero Padre, Jehová D-ós puede llegar a hacer eso: una nueva Tierra y un Nuevo Cielo donde él reine con su Rey o Ungido. Él es poderosos para hacerlo. El Profeta parece muy serio cuando dice estas cosas al pueblo. Habrá una nueva Canaán de leche y miel. Y esta vez será definitivo. Yo prefiero verlo así, Padre.
Hijo, eres joven y tuyo es el futuro. No seré yo quien te desanime. Tan sólo decirte que el poder de Jehová es real, pero el poder de la imaginación humana es también desmesurada en ocasiones. Conviene ser siempre precavido y ser humilde con los demás.
Ahí viene Shelumiel con sus amigos. Nos vamos al pueblo a jugar a juegos de acertijos con el anciano Elishama. Adios, padre.
Publicado en La Nueva España de Asturias
ResponderEliminarhttp://www.lne.es/suscriptor/gijon-opinion/2015/01/09/historia-navidad/1696124.html