Una advertencia inicial: creo que la defensa de la dignidad profesional y los servicios públicos actuales deberían de cumplir con el máximo criterio de eficiencia para lo que fueron creados. Ahora bien, el futuro de Asturias no ya no depende solo de ese modelo. A partir de ahora deberíamos de ir pensando en otra cosa, en otra manera de entender la vida, de entender la economía y la política, de cambiar de chip radicalmente. Es ahí, me temo, donde Asturias va a demostrar su radical conservadurismo; su empeño en seguir de igual a peor en nombre de majas palabras convertidas ya en clichés que empiezan por social o solidaridad.
Creo que si fuera joven me iría de Asturias sin pensármelo dos veces. Asturias es bonita de paisaje y se bebe sidra y se puede hacer monte y disfrutar las playas y caminar a cualquier sitio perdiéndote por colinas y valles. Pero Asturias ha creado a lo largo de los años hábitos conservadores que la empujan a un estancamiento permanente. Al haber sido una región de empresas públicas bajo un modelo de excesiva burocracia a la francesa, hemos adquirido mentalidad estatal. Ya no podemos vivir sin el Estado y el Estado en Asturias significa, bajo una u otra modalidad, ser como siempre; aspirar a lo de siempre, vivir como siempre. Mientras; la juventud con ganas de futuro, se nos va; se nos escapa. Los cerebros que podrían cambiar las cosas no tienen espacio suficiente en una región que aspira a lo de siempre y entonces se asfixian. Esos mismos asturianos en otros contextos triunfan. Es curioso. Es más, en Asturias ahora mismo no conviene ser demasiado diferente, innovador, o progresista en el sentido real de la palabra progreso. Los partidos, los sindicatos y el modo de hacer las cosas exigen obediencia a los de siempre, seguir como siempre.
Mi generación creció y se desarrolló con la idea de que Hunosa, Ensidesa o Uninsa iban a durar toda la vida; y, que además de tener estos grandes consorcios, nuestras luchas obreras habrían de abrir un espacio de libertad y reparto admirable. No fue así. La reconversión fue un fracaso y cientos de empresas emblemáticas que podían haberse expandido y desarrollado en clave futuro, tuvieron que cerrar después de años de agrios enfrentamientos en clave lucha de clases. Más tarde, responsables sindicalistas obreros y empresarios del oportunismo con partidos políticos de fondo, se empeñaron en hacer de Asturias un feudo de reparto de dinero público muy sustancioso para algunos; no para la región en conjunto que sigue desangrándose en su estancamiento. Seguimos compartiendo una política de izquierdismo conservador en la cual se incluye también una derechona provinciana que espera su oportunidad para mantener la poltrona con otros apoltronados. Y así en círculo vicioso, en una especie de no nos moverán pero en plan trinchera que no busca avanzar o dirigirse a un futuro diferente y quizás arriesgado. No. Nuestro no nos moverán significa seguir en nuestros trece. Seguir en lo mismo y con la misma proyección estatista: todos dependemos del Estado y todos moriremos en el Estado.
Dad una vuelta por el centro de Asturias y mirad el paisaje. Es una catástrofe ecológica de primera magnitud. Mirad lo feo, lo abandonado del entorno que rodea las ciudades, lo cutre que domina en sus construcciones. El otro día di una vuelta por los alrededores de ciertas zonas de Gijón y era como estar dando una vuelta por un paisaje tercermundista. Fincas descuidadas y construidas con mal gusto, tendejones de cualquier manera, lindes o vallados sin norma estética alguna y cada uno a lo suyo (Y el Estado en estos casos ¿por qué no hace de Estado?), fuegos por que sí; aguas estancadas o desviadas por allá. Donde podía haber bosque o replantes para dar vida a la naturaleza y paisaje; está pelado, vacío de puro abandono y desidia. El mensaje que uno recibe es que da lo mismo. A mucha gente le da igual que el paisaje sea así o asao. Puro reflejo de lo que es Asturias en estos momentos.