06 enero, 2022

FE Y ATEÍSMO

 Toda experiencia religiosa acaba en la fe como justificación. La fe no es demostrable de forma universal y evidente para todo el mundo. Queda entonces como una decisión que mucha gente acepta como principio explicativo y regulador. Pero hay algo más importante, la fe puede vivirse como una razón fundamental de vida y comunidad además de dar un sentido pleno de trascendencia a la existencia. Pero no todas las fes son iguales: hay fes que justifican un poder arbitrario que oprime y esclaviza a la gente de forma objetiva. Lo vemos en sociedades intolerantes, opresivas, castradoras de creatividad y libertades para la mayoría. Hay dioses de los que hay que huir a toda carrera y dejarlos en sus reinos de despotismo. Hay sectas que nos hacen temblar al oir los relatos de sus creyentes. El problema es que la fe al ser una decisión subjetiva de un fundador o de una colectividad fundadora, pues conlleva los prejuicios y


representaciones míticas de las culturas donde surge; y no todas las culturas derivan en bienestar espiritual. La cultura azteca bien está donde se quedó, el
 catolicismo tridentino mejor que se ahogue en la indiferencia. El mundo musulmán como teocracia activa, pues cuanto más lejos mejor, etc. Hay fes abiertas a la libre interpretación y son de fácil adpatación a todo aquello que conlleve libertad de conciencia y libre decisión. No hablo de fes anárquicas, sino de fes que dan lugar a principios de apertura y creatividad, además de una disposición ética y moral basada en la afirmación de la vida, no su mortificación opresiva.

Lo mismo pasa con las ideologías. El ateismo no sólo es ateismo liberal y tolerante, hubo ateismos oficiales que mataban también en nombre de cualquier mito utópico o de la misma ciencia elevada a metafísica. Conozco ateos que reaccionan contra toda religión con un cierre radical a cualquier comprensión del fenómeno religioso. Hay otros, sin embargo, que exploran el fenómeno religioso con interés e imparcialidad y saben discernir la experiencia religiosa con equilibrio. El ateo niega la religión en nombre de la razón y la ciencia, y bien es verdad que bajo tales parámetros la fe es inexplicable y rechazable como opción objetiva; pero quizás no lo sea tanto si partimos de lenguajes diferentes donde la razón puede superar sus límites positivistas o kantianos y así ampliarse a toda una universalidad de fenómenos que requiren de posicionamientos diversos. Los ideólogos predominantes hoy día suelen partir de las inmanencias históricas o humanistas que relegan la fe al ámbito de lo privado, pero no así sus ideologías que buscan un poder que las haga definitivas en el ámbito público de sus territorios políticos. Son contradicciones insuperables que las democracias modernas han de saber resolver con vigilancia y equilibrio.

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