08 octubre, 2019

DICEN QUE TRAS LAS MONTAÑAS HAY UN VALLE

(Sacado de los apuntes de Saf Nelor)

Íbamos caminando por el sendero del río. El río bajaba suave y emitiendo un leve rumor de agua sobre agua y piedras. Un rumor que tranquilizaba nuestras almas. El río venía de bastante lejos. Lejanía incalculable para nosotros en ese momento, porque si hubiésemos pensado en el cálculo de su distancia entonces la magia de nuestro encuentro desaparecería. En nuestra mundo las distancias eran inciertas, indefinidas, legendarias quizás. El río podría haber nacido en el Edén o en un manantial perdido en alguna ladera de montaña. Miramos al cielo y seguíamos en silencio. Me apeteció decir algo. Sí, entonces me apeteció decir algo: "Un día venía muy cansado después de un día agotador en un instituto de Houston. Iba conduciendo para Austin por la 10W y a la altura de Sealy vi una nube que me captó la atención. El cansancio me había producido una tristeza. Más bien una pérdida de confianza en mí mismo. 
Empezar a vivir solo en una ciudad como Houston, sin referentes sociales ni familiares, ni amigos y al mismo tiempo comenzar a enseñar a alumnos nuevos formando nuevas clases y nuevas miradas y nuevos desafíos, agotaba mi autoestima. Luego la soledad de un nuevo apartamento cerca de la Westheimer y el vacío de las calles y avenidas de la ciudad donde nadie paseaba ni apenas caminaban, me fue produciendo una desfamiliarización radical conmigo mismo y con el entorno urbano. Todo parecía emanar de un sueño o de un mito. Después de preparar las clases y corregir ejercicios me dirigía la biblioteca pública o al centro comercial Galeria. Me fijaba mucho en el cielo cargado de grandes cúmulos recién formados en el Golfo y luego allá lejos en un punto que no dejaba de dominar la ciudad estaba el downtown con sus pavorosos rascacielos. Mis recuerdos del pasado se alejaban a un lugar remoto de la conciencia donde fenecían como una triste puesta de sol. Y entonces era el sentimiento del nómada que descubre un nuevo territorio a nombrar y explorar. En Galería los mexicanos hablaban un español que remitía a las ciudades fronterizas del norte de México, o a los antiguos fuertes o presidios o misiones españolas de la frontera del Imperio. En el horizonte se abría el espacio de las tribus indias desperdigadas por Texas. Era más indio que europeo, más nómada que profesor; más mutante que sedentario.
Y aquel viernes conduciendo en dirección a Austin en estado de agotamiento y depresión emocional, ví la nube. Era una nube que formaba rincones y contornos de luz y sombra en contraste con un cielo oscurecido por un frente de nubarrones grises cargados de tormenta. Observé por un tiempo la nube en su inocente juego de figuras, contornos y contrastes ante la masa gris plomiza del frente tormentoso, De repente ocurrió una sorprendente fusión de la nube con mi estado de ánimo e hizo posible una resonancia milagrosa de transformación. Sin darme cuenta mi agotamiento anímico dio luz a una nueva e intensa gana de vivir. Un despertar de recuerdos pasados de la infancia surgían como brotes de agua fresca que barrían el desánimo. Mi viaje a Austin siguió bajo la luz de aquella nube hasta que las nubes grises de la tormenta la fueron absorbiendo poco a poco".
"Es un relato interesante" me dijo ella mientras se agachaba para coger una piedra y tirarla al río.
"Sí", dije yo al tiempo que dejaba la vista recorrer el bosque en la otra orilla.      

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