Si has estado toda tu vida dentro de una prisión sin haber jamás percibido la existencia de un afuera de esa prisión, entonces no podrías jamás saber si esa vida que has llevado era la vida de un
prisionero y no la de una persona diferente con otras posibilidades de vida. No habría posibilidad de un punto de vista desde el cual percibir ambas realidades y por lo tanto de efectuar un juicio cuantitativo o cualitativo de las dos. Todo tu mundo habría quedado inscrito en la realidad de tu prisión. Todas las variables de espacios y tiempos y sus consiguientes estados de ánimo pertenecerían a tal mundo-prisión. No habría posibilidad de Trascendencia de tal mundo. Todo sería inmanente a tal prisión y comprensible en función del mismo.
¿Podríamos extrapolar nuestra ficción a nuestro mundo/universo/cosmos? Toda filosofía o doctrina inmanentista o monista nos reduciría a tal prisión cósmica y por mucha trascendencia que reclamáramos como metafísicos idealistas o personas de religión, para ellos siempre estarían circunscritas a las multitudes formas de pensar y de construir pensamiento; y todo ello jamás podría probar provenir de otra esfera que no sea la de nuestro cosmos. Reducible, siempre, en última instancia a paradigmas de percepción o experiencia humana. Jamás, entonces, dirían nuestros inmanentistas/monistas, podremos percibir un afuera de este universo y todo "afuera" que reclamemos como posibilidad es ya en sí un concepto reducible a nuestra experiencia terrenal. Dentro/afuera. ¿Afuera? ¿De qué? No hay tal afuera. Todo demasiado humano. Anhelos demasiado humanos. Ilusiones demasiado humanas.
¿Universo-prisión? Nadie lo puede saber. La pregunta no tiene sentido. Los dioses son humanos. Las fantasías también. Los mitos. Los delirios místicos. El numen y las hierofanías y los estados de
gracia. Todo. Cualquier trascendencia--valores éticos/morales incluidos-- ha de ser comprendidos dentro de la inmanencia y los medios reales de liberación han de apelar a la política como acción y reactivación de lo hasta entonces natural o divino. La política como la única opción válida de trascendencia en función de categorías sociales, económicas, científicas...
¿Es así? He aquí nuestro universo actual, nuestro mundo, nuestra vida.
Algo se rebela dentro de mí. Hay un algo tan infinitamente profundo que se rebela dentro de mí y me llama a realidades de pura intuición, de posibilidad de poner entre paréntesis toda inmanencia y saltar a los vacíos insondables. ¿De qué? ¿Desde dónde mira usted, caballero? Oiga, ¿no cree que ya es hora de tomarse una cervecita? La verdad mete usted un poco de miedo.
28 diciembre, 2015
QUIZÁS SEA HORA DE TOMARSE UNA CERVECITA
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13 diciembre, 2015
NUESTRA ETERNA VIDA COTIDIANA Y PROFANA
Cómo componer un cuento de Navidad es difícil. Tienes que descubrir la idea. Siquiera una idea con la que comenzar, pero la mente no está siempre en clave de inspiración o descubrimiento. Muchas veces la mente está llena de chatarra: de ideas ya usadas y repetidas, de influencias que ejercen los hechos más cercanos, o las noticias de los periódicos, o la cháchara que va y viene con cosas superficiales, inesenciales. O el efecto que producen lo prosaico y cotidiano y,
desde luego, en esos territorios no parece entrar la luz del espíritu ni por casualidad. ¿O sí? ¿Y si el secreto de la vida está en esa cotidianeidad, en esa rutina, en ese desgaste y roce con las personas normales y corrientes? Desde luego la vida transcurre en su mayor parte en esa dimensión de lo aparentemente gris; de nuestro trabajo con sus dolores de cabeza y alguna que otra satisfacción, pero siempre más de lo primero que de lo segundo. Esas conversaciones donde salen a relucir los sucesos y las ideas instantáneas y esporádicas a medio expresar o a medio comprender, o sin comprender, pero que hay que hablar y mucha gente hablamos por hablar sin importar mucho cómo se habla o qué se dice y por qué se dice porque lo que importa es hablar para mostrar que estamos vivos. Ahí, en esa cotidianeidad, se escenifican el "ellos" y el "nosotros" y el "ellos" es un enemigo siempre al acecho que nos roba, nos engaña, nos hace la puñeta de alguna manera; y por otro lado el "nosotros" de la justicia, de la equidad, de las buenas intenciones a veces malinterpretadas, mal comprendidas, distorsionadas, pero siempre buenas intenciones y amor a la verdad y a la honradez. !Faltaría más! Alguien decía que el mal nunca se hacía como mal, sino como bien necesario o viceversa. Lo malo y lo bueno quedan indiferenciados en el mundo de lo prosaico: la sustancia de lo cotidiano es una mezcolanza de
cháchara que va y que viene; de gente que aparece y desaparece y dice, hace, gasta una broma, refunfuña, mira, desea, se aburre; hay humor o mal humor. Mi cuento de Navidad no logra salir a la superficie. Estoy envuelto en la dimensión de lo prosaico y no soy capaz de salir de ello, ni tampoco transformarlo o transmutarlo en algo que brille con su magia propia. Pero descubro que todo el mundo tiende hacia esa normalidad corriente y moliente; y, hasta el mismo mundo natural se mueve en esa rutina y aspira a permanecer en ella el mayor tiempo posible. Las crisis, las tragedias, los momentos excepcionales de las alegrías; las catástrofes, las guerras, los milagros y portentos a veces nos sacuden y nos producen extraños corrimientos, desplazamientos, y desfamiliarizaciones; pero son paréntesis, destellos, aperturas que duran lo necesario para seguir aspirando y anhelando el ir y venir diario y cotidiano: mecánico, rutinarios, gris, prosaico... No he logrado producir mi cuento de Navidad por ahora.
desde luego, en esos territorios no parece entrar la luz del espíritu ni por casualidad. ¿O sí? ¿Y si el secreto de la vida está en esa cotidianeidad, en esa rutina, en ese desgaste y roce con las personas normales y corrientes? Desde luego la vida transcurre en su mayor parte en esa dimensión de lo aparentemente gris; de nuestro trabajo con sus dolores de cabeza y alguna que otra satisfacción, pero siempre más de lo primero que de lo segundo. Esas conversaciones donde salen a relucir los sucesos y las ideas instantáneas y esporádicas a medio expresar o a medio comprender, o sin comprender, pero que hay que hablar y mucha gente hablamos por hablar sin importar mucho cómo se habla o qué se dice y por qué se dice porque lo que importa es hablar para mostrar que estamos vivos. Ahí, en esa cotidianeidad, se escenifican el "ellos" y el "nosotros" y el "ellos" es un enemigo siempre al acecho que nos roba, nos engaña, nos hace la puñeta de alguna manera; y por otro lado el "nosotros" de la justicia, de la equidad, de las buenas intenciones a veces malinterpretadas, mal comprendidas, distorsionadas, pero siempre buenas intenciones y amor a la verdad y a la honradez. !Faltaría más! Alguien decía que el mal nunca se hacía como mal, sino como bien necesario o viceversa. Lo malo y lo bueno quedan indiferenciados en el mundo de lo prosaico: la sustancia de lo cotidiano es una mezcolanza de
cháchara que va y que viene; de gente que aparece y desaparece y dice, hace, gasta una broma, refunfuña, mira, desea, se aburre; hay humor o mal humor. Mi cuento de Navidad no logra salir a la superficie. Estoy envuelto en la dimensión de lo prosaico y no soy capaz de salir de ello, ni tampoco transformarlo o transmutarlo en algo que brille con su magia propia. Pero descubro que todo el mundo tiende hacia esa normalidad corriente y moliente; y, hasta el mismo mundo natural se mueve en esa rutina y aspira a permanecer en ella el mayor tiempo posible. Las crisis, las tragedias, los momentos excepcionales de las alegrías; las catástrofes, las guerras, los milagros y portentos a veces nos sacuden y nos producen extraños corrimientos, desplazamientos, y desfamiliarizaciones; pero son paréntesis, destellos, aperturas que duran lo necesario para seguir aspirando y anhelando el ir y venir diario y cotidiano: mecánico, rutinarios, gris, prosaico... No he logrado producir mi cuento de Navidad por ahora.
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