
kazjakistano con un marroquí; un musulmán con un cristiano, un/a gay con un/a straight; un franco-parlante con un mandarino-hablante, etc.. Y todos conocemos los matices de interpretación sin muchos aspavientos ni gimnasias rítmicas mentales. Se puede matar o mentir en esas circunstancias extremas o decisivas que atenten contra la dignidad y libertad de las personas. El referente supremo es siempre la dignidad del individuo. Estos valores, por suerte para las democracias occidentales, son los valores básicos en una democracia constitucional; ampliados, en nuestro caso, con los Derechos de Hombre. No así en muchos países musulmanes, por ejemplo.
Si esto es así, entonces ya podríamos tener un referente universal, único, incondicional e incuestionable; desde donde construir acción social, hacer política, orientar el mercado o los mercados en todos sus niveles. Es el necesario referente desde donde se han de producir las leyes de cualquier sociedad relativamente libre y civilizada. Y de hecho es formalmente así en la mayoría de los países occidentales. No cabe duda que siempre habrá la tentación, impulso y pulsación de traspasar las leyes, de robar y matar, de explotar y dominar al prójimo por medio de engaños y el uso abusivo de poder y coacción; de saltarse a la torera las normas de convivencia para hacer "lo que me pide el cuerpo o lo que me da la gana". Consideremos también los casos psicopatológicos o de conductas asociales que inducen de por sí al delito. En estos casos las sociedades democráticas deberían de ser inflexibles a la hora de hacer valer la ley. La ley es el armazón que puede sostener una sociedad libre. Sin respeto a la ley todo se corrompe.
Esto nos obliga a hacer una reflexión en torno a lo relativo y lo incondicional o necesario en referencia a los valores o ideas. Si ciertos valores son básicos, universales e incondicionales; ese territorio común ha de ser un territorio común de libertad universal; un espacio que abrimos a la dignidad humana de forma incuestionable. Pero si anteponemos una ideología concreta a este

referente universal, entonces desplazamos automáticamente nuestros valores comunes irrevocables para situarlos en la condición de valores subordinados de cualquier metafísica disfrazada de ideología. Entonces, lo que no es más que especulación e interpretación particular o parcial se eleva por arte de la conveniencia política e intereses concretos de grupos y colectivismos en Verdad Universal donde la realidad puede quedar reducida a parámetros convenientes de racionalización interesada. Y así, sea en nombre de El Pueblo, de la Patria, de la Mujer, de la Naturaleza, de la Raza, de la Lucha de Clases, de Dios Bendito e Omnipotente, en el fondo es la misma estrategia ideológica bajo diferentes modalidades. El totalitarismo nazi, o los crímenes del comunismo; fueron los intentos ideológicos más monstruosos para acabar con la democracia liberal. Las nuevas tendencias fascistas o de la extrema izquierda podrían reproducir los mismos esquemas en su enconado esfuerzo por superar la "corrupta" democracia que ellos llaman ultraliberal. Pero quizás el mayor peligro resultaría de una relativización generalizada de valores donde ningún referente es ya posible; y, por tanto ningún territorio común sería tampoco posible más allá de lo que es conveniente en momentos particulares y en función de intereses cambiantes o relativos tanto para lo bueno como para lo malo.
Que es bastante diferente a lo que ha de ser una sociedad civil basada en principios de libertad y dignidad individual e inspirada en los valores-referente incuestionables y verdaderamente universales. Bajo una sociedad civil habrán de convivir todas las ideologías, tendencias, creencias, fes; en el terreno común de la dignidad humana y el respeto mutuo, lo cual no significa que no haya debate, discusión, producción de nuevas y creativas ideas consecuencia de tales debates; los mismos que han de ir marcando cambios políticos y sociales. Esta es la riqueza de la democracia constitucional, cosa que en muchos países no es posible y no precisamente por imperativos étnico-religiosos. Prueba de ello es que cuando pueden, salen de sus países sin dudarlo.

Las posibles interpretaciones o construcciones metafísicas son infinitas en relación a la vida y la existencia y eso se traduce en riqueza de pensamiento y apertura a nuevas realidades, pero cuando la metafísica disfrazada de ideología se trata de imponer como fuerza y verdad universal el mundo entonces se cierra, se bloquea, se "neurotiza" dando vueltas al mismo centro gravitatorio donde trata de atrapar a toda la humanidad posible. El pensamiento progresista en su versión posmoderna ha liberado importantes aspectos de la realidad a la crítica y con ello enriquecido campos de saber al abrirse nuevos horizontes; pero su ansia de reducir la vida a su antimetafísica de juegos de discursos deja al descubierto también la posibilidad de un irracionalismo nihilista de consecuencias políticas indefinidas. La democracia liberal es frágil. No cabe duda que es frágil, pero Dios nos libre de sus posibles o potenciales sustitutos.
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