12 julio, 2008

Solo Uno

SOLO UNO

Despiertas de la siesta. Hace mucho calor fuera. El aire acondicionado está puesto pero sigue haciendo calor. Hay un momento en que te das cuenta que estás lejos de algún centro al que perteneces. Vives en Harlingen, sur de Texas; Valle del Río Grande. Hay desorientación por algunos momentos que se mezclan con la modorra de un despertar caluroso, pero hay también sorpresa; elemento de sorpresa. Te levantas. El gato está allí mirándote. Te miras al espejo. ¿Cómo puedo ser el mismo y al mismo tiempo tan diferente a como acostumbraba verme? Voy a la sala de estar cruzando la breve cocina estilo americano. Pongo música. Miro por la ventana y veo los campos de hierba alta. La tierra labrada. Los ranchos. Qué extraño es todo esto, pero al mismo tiempo la sensación de lejanía, o de extrañamiento, se transforma en algo remotamente familiar. La idea de que alguna infancia mía había transcurrido en aquel territorio americano. Otra infancia entre ranchos y tan cerca de México. Desde un lejano rancho hay una voz que me llama y es un niño el que ha de responder.

Tengo deberes que corregir para los alumnos del Santa Rosa High School. Tengo que preparar lecciones. El gato me sigue mirando. La música sigue. No hay que dejar que el tiempo muerto se apodere de uno. Hay que adelantar un objetivo después de otro. Hay que saber que hacer siempre, por mucho que cueste. No se puede dejar que el tiempo muerto se apodere de uno. Porque entonces la vida pierde sentido. No hay que dejar que las ideas o emociones se dispersen sin control y sin objetivo. Es una idea equivocada. No hay que dejar que las ensoñaciones impongan un orden propio. Ellas han de estar sujetas y ordenadas dentro de un misterio religioso. La fuerza de la religión. Dentro de una revelación que dé sentido a todo lo que ocurre. Una religión que dé energía a la voluntada para poder actuar.

Demasiado disperso. Poca resistencia. Confusión mental. El gato me sigue mirando. México está cerca. Ya mero al otro lado del Río Grande. Hay que ir a hacer la compra. Hay que lavar la ropa a la lavandería automática. Hay que corregir los ejercicios y los exámenes de español. La fe no puede depender del hombre. La fe ha de ser sobrenatural. Y se ha de aceptar como un orden superior que rija tu vida. Que te haga ser fuerte en el desorden. Que te haga comprender el misterio de la existencia y la posibilidad de infinitas infancias llamándote de muchos parajes que puedes recordar. Y sin embargo todavía no era posible ese vivir la religión. No me era posible. Y en la búsqueda no era posible fijar un camino. Había muchos caminos. Sigue habiéndolos pero hay que optar por uno. Sólo uno.

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