En realidad cuando pasa el tiempo nos vemos siempre desplazados ente un devenir (futuro) que nos confronta con lo nuevo inesperado (contingencia). Entonces los “ahoras” ya siempre pasan al pasado en un continuo desplazamiento hacia lo nuevo, lo inesperado, lo impredecible en última instancia. O sea, en la simultaneidad de un “ahora” que pasa a ser pasado y el siguiente “ahora” que deviene (viene del futuro) hay una diferencia de lo nuevo que nos resulta imperceptible. El paso del tiempo se muestra como una sucesión de repeticiones de los “ahoras, pero cada “ahora” lleva consigo lo nuevo, lo inesperado del devenir contingente (o sea, algo que irrumpe no por necesidad natural o programado o esperado en función de una finalidad).
Entonces en cada instante el devenir irrumpe con nueva e imperceptible realidad, al mismo tiempo que pasa a ser pasado; pero como el “ahora” trae nueva realidad, esa nueva realidad del devenir transforma nuestra visión del pasado también de forma imperceptible. Y hete aquí que siempre que miramos al pasado recordando, ya siempre los estamos transformando en su sentido debido al desplazamiento de cada “ahora” respecto al anterior. El pasado que recuperamos o recordamos ya lleva implícito el cambio de perspectiva bajo la novedad del devenir. Es así que siempre estamos confrontados con lo nuevo, lo inesperado (contingencia), y al mismo tiempo eso nuevo va también reconstruyendo los pasados.
Ejemplo, yo estoy aquí tomando un café y escribiendo esto
de arriba. El momento parece el mismo, los minutos pasan, el tiempo pasa; los
“ahoras” me resultan parecidos, los cambios imperceptibles. Tomo un sorbo de
café, sigo tecleando y todo parece más o menos seguir en la normalidad del
presente y sentido común: no aparece ningún dragón asustando o los libros
volando o el espíritu de Nostredamus profetizando. Pero los cambios están
aconteciendo y lo nuevo del devenir desplazando realidad: cada momento es
diferente al anterior y la realidad en la que estoy inmerso ya no es la misma
que la anterior (todo en una sucesión simultánea). Y eso implica que cuando
recuerdo lo hago desde una nueva e imperceptible realidad que también afecta al
modo en que recupero el recuerdo. Ejemplo: recuerdas aquella ocasión en que
empezaste a andar en bicicleta sin saber por qué sobrevino tal recuerdo. El
“ahora” te revivió tal recuerdo, pero al volver a recordar ese mismo recuerdo
desde los “ahoras” que van surgiendo ya hay un cambio de realidad que también
afecta tu percepción del pasado. Es imperceptible pero va cambiando la realidad
a cada instante, y ello incluye también el pasado.
Esto es lo mismo cuando recordamos algo nuestro en el
pasado, como cuando investigamos el pasado como historia o hacemos ciencia en
sus diferentes especialidades, o recuperamos el pasado con el arte o creamos un
mundo de novela o nos relacionamos con la gente. El tiempo nos va transformando
de forma contingente, inesperada, novedosa; no importa la rutina que sigamos,
las expectativas que tengamos, el modo más o menos “fijo” en el que pretendemos
estar. Con ello va también la búsqueda del pasado. No es lo mismo la mirada al
pasado en el siglo XIX que en el siglo XXI actual. No es lo mismo mi recuerdo
de infancia de hace 20 años que el actual. Ese pasado también ha sufrido
transformación en función de la experiencia actual, del “ahora”. Por tanto, no
hay un pasado fijo como objeto al que podamos acercarnos y adecuarnos en su
Realidad pura. O sea, en mayor o menor grado a su mismo acontecer objetivo y
real. Tampoco hay un futuro previsible en base a unas leyes necesarias que
actúan en función de un Progreso o Leyes históricas o Juicio Final y por lo
tanto es un futuro previsible groso modo ya que las leyes “naturales”,
“históricas”, “económicas” nos llevan a él. Todo lo que va surgiendo en la vida
es radicalmente contingente en su devenir. No sabemos a ciencia cierta cuál es
el siguiente paso que acontece.