07 diciembre, 2021

LA TRAGICOMEDIA DEL INSOMNIO

Para saber cómo funciona la mente en sus momentos de hervor nada mejor que una noche de insomnio. Cuando ves que no eres capaz de dormir y que el despertador está puesto para las 7 de la mañana, por ejemplo, y además no quieres recurrir a pastilla alguna; entonces empiezas a darte cuenta que la mente es un escenario muy nebuloso, poblado de espectros de toda índole que salen y entran o acuden para estar un tiempo y luego disiparse; que hablan o te llevan para luego cambiar de escenario y comienza otro acto inesperado de filigranas verbales o imaginarias o recuerdos reconstruidos o ansiedades futuras o pasados distorsionados, irreales o demasido reales para ser reales. 

Es con el insomnio cuando ves desde diferentes perspectivas, como un yo inestable, que busca la situación correcta que no existe y entonces trata de apegarse a una referencia segura, a una idea inamovible desde la cual ordenar el cotarro mental y ponerse a dormir que es lo natural y lo que corresponde. Pero no, el insomnio es la mente en ebullición, en plena libertad sin freno, en circulación sin semáforos posibles que regulen el tráfico. El cerebro que intenta descansar y relajar los circuítos atosigados de impresiones acumuladas, no puede, no tiene los recursos para hacerlo por sí mismo; y así el escenario de la mente se convierte en un carnaval de disonancias, de ideas, de recuerdos, algunos gratos, otros menos gratos, otros culpabilizadores, otros lo contrario. El juez moral del superego a veces aprieta y otras se suelta y deja el control al ello que se ríe de él, etc. Vaya usted a saber si las categorías freudianas sirven de algo, quizás ayuden.


El insomnio es un estado de vigilia indeseada producida por diferentes factores que a veces no tienen una explicación directa causa y efecto que uno pueda detectar. Pero la gente que padece insomnio sabe el sufrimiento que acarrea a través del darse cuenta que por mucho que se busque un centro de referencia racional o espiritual (Dios, un ángel, una frase contundente, un poema, etc), tal centro no existe, todo fluye y se mueve y cambia y llegas hasta la misma conclusión de que para la mente no hay nada que funcione como regulador decisivo o freno con autoridad que haga posible una disposición de la voluntad propia con fuerza de necesidad o imperativo que ponga orden al alma. El insomnio nos pone al desnudo ante nuestra vulnerable condición humana. Da lo mismo que seas ateo o creyente o místico o realista o filósofo o pintor o trabajador de la construcció o parado, mujer u hombre.

Hay trucos para neutralizar la actividad ferviente de la mente en esos casos, hay, después de todo una voluntad más poderosa que visibiliza la situación con cierta objetividad aunque con impotencia. Esa voluntad que conserva la sensatez a pesar de todo, puede hacer que te levantes, que te relajes en una sofá fuera de la cama y fuera de la habitación. Que después de todo el insomnio es episódico, aunque podría llegar a ser crónico. Y a veces con paciencia funciona, vence el hervor en baile carnavalesco de diferente disfraces y caes rendido en la cama al final de tan maligna como grotesca lucha anímica.

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