Tiempos de peste como los actuales. Ni en mi más remota imaginación se me hubiese ocurrido pensar que todo un país iba a estar encerrado en casa por 30 días naturales. Pero no sólo España, sino Francia, Italia, etc. Miro a la calle y al parque y están vacíos. No miro las noticias, aunque me mantengo informado de lo último en cuanto a normas e instrucciones. En este caso me gusta lo práctico, lo útil, lo concreto. Detesto los bulos, las interpretaciones proféticas y milenaristas que abundan en las redes; tampoco me gustan las predicciones políticas basadas en juicios ideológicos interesados.
La plaga suscita los juicios políticos de uno y otro bando. Cuando pase este virus, entonces haremos una evaluación de todo ello y qué pasó y por qué y hasta dónde se pueden pedir o no responsabilidades. Todo ello podría hacerse de un modo objetivo entre toda la ciudadanía. Cuando prevalecieron los intereses partidistas y electoralistas sobre la salud de la mayoría. Cuando el sectarismo ideológico se antepuso también aun sabiendo que era un alto riesgo hacer "mani-infestaciones" o mítines. También cómo se gestionó la crisis y en base a qué criterios. También si la "unión de todos los españoles" en una misma política sanitaria impedía la segregación y separación de ciertos territorios o zonas que necesitaban de aislamiento y cierre, en lugar de huida o estampida a otras zonas del país.
Hablaremos mucho de las experiencias buenas y malas del confinamiento. El miedo, la inseguridad, el cuidado e higiene para con los enfermos llevado con sufrimiento y máxima abnegación. El intenso dolor por la muerte de un ser querido que no pudo con el virus. La virulencia de los medios de comunicación y su desmesurada obsesión por alcanzar las mejores cotas de cobertura. Las listas de cifras puestas como un marcador de estadio haciendo de espada de Damocles, inflando así el miedo colectivo más que manteniendo la serenidad racional y el sentido común. Contaremos lo duro que era ir a los supermercados a comprar y vernos todos como potenciales apestados, algunos como esperpentos cubiertos de arriba a abajo. Como si fuéramos a la guerra llevando la mascarilla como símbolo. Si hubo improvisación y falta de material básico como eran las mascarillas, la previsión de hospitales de campaña, etc.
Quizás esta plaga nos haya hecho más fuertes y precavidos para la siguiente peste. Vivíamos sin pensar ya en las pestes del pasado que se llevaba poblaciones enteras, ciudades, miles de muertos, millones... Necesitamos también de intensas reflexiones sobre el uso de la razón inteligente por encima de las ideologías, los odios y rivalidades políticas. El uso y confianza del consenso democrático como firme voluntad de actuación y no el uso autoritario aplastante de desconfianza instintiva contra la distribución racional y más efectiva del poder. Nos salen las ínfulas de grandeza patriótica en lugar del pragmatismo más efectivo que no marca paquete, pero sí disminuye víctimas y soluciona problemas.
(No dejad de leer los comentarios que siguen abajo pinchando en idem)
23 marzo, 2020
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