La profesora Relma Nurtaki decía que la biología era toda ella un cúmulo de errores y de imperfecciones. Nuestros cuerpos están mal hechos y nuestro cerebro se desestabiliza con demasiada frecuencia. De hecho, pensaba la profesora Nurtaki, nuestros cerebros son constitucionalmente
paranoicos. Todo ello era debido, según ella, a la complejidad de nuestro sistema nervioso. Nos desestabilizamos con facilidad y nos ponemos a la defensiva contra nuestros semejantes a la mínima de cambio. Además enfermamos, envejecemos, nos comprendemos mal la mayor parte de las veces. Es por ello, decía la profesora Relma Nurtaki, que deberíamos renunciar al reino de la biología y dar paso a los robots. Los robots son las criaturas más adecuadas para vivir en este planeta. Deberíamos de poner todo nuestro empeño y todo nuestro esfuerzo tecnológico en la construcción de robots tan perfeccionados que puedan ir sustituyéndonos a los humanos. Robots inteligentes, sin ningún material biológico y por tanto sin sentimientos y emociones que puedan interferirse en la vida social planetaria. Nada de sufrimientos, nada de complejos, nada de pasiones. Puro cerebro, pura lógica, puro equilibrio mental. Nosotros, tornaba a decir con su rostro tenso la profesora, deberíamos ya ir renunciando a procrearnos. Ha de haber una prohibición a seguir reproduciéndonos. Ya no tiene sentido la raza humana y su mortal y corruptible cuerpo biológico. Es hora de dar paso a la robótica con toda energía y seriedad.
El científico de la Universidad de Untras, Dr. Robert Miltred, respondió a la profesora Relma Nurkati
diciendo que nosotros los humanos ya éramos robots. Robots de material orgánico, material biológico. Nosotros podríamos ser el experimento llevado a cabo por una civilización muy superior--quizás dentro de nuestra misma galaxia--, y cuyo experimento sigue todavía su desarrollo y de acuerdo a los tiempos de tal civilización que por ahora desconocemos. Hay indicios que la ciencia va descubriendo, según el doctor, de que nuestro código genético y toda su complejidad obedece a códigos inteligentemente diseñados con fines que desconocemos. Pero puede que ya sea un fracaso todo el experimento, o que se les haya escapado de las manos. No han logrado desarrollar un ser éticamente equilibrado. Todo lo contrario. Y el cuerpo humano sigue estando mal hecho y sin posibilidad de perfeccionarse. El Dr. Robert Miltred y la profesora Relma Nurtaki, además de los colegas de ambos, mantienen contactos frecuentes e intensas jornadas de estudio e investigación con fines a desarrollar el programa ROB-FUTUR 234XDR. Varios gobiernos de países avanzados ya están aportando importante ayuda económica.
25 julio, 2015
12 julio, 2015
HE AHÍ PARÍS
En el año 1971 París fue una gran caminata en todas las direcciones. Tenía 20 años. Provisto de un pequeño zurrón recorría las calles y avenidas de aquel verano caluroso bebiendo cervezas en
diferentes bares y bistrós y comiendo buenos bocadillos. Cada calle me abría un mundo. Cada avenida un nuevo universo. Cada plaza era una nueva elección de caminos imprevistos. Cuando se explora una gran ciudad por primera vez en solitario ella te va transmutando en un niño con ojos de pura transparencia y entonces uno ve personajes asomándose o arrimándose a muchas ventanas de todas las edades y de todos los tiempos y todos ellos te van revelando sus nostalgias, sus sueños, sus tristezas y alegrías. Los cuerpos dejan estelas y los edificios y los espacios absorben y sueltan rastros que se van abriendo a la inocencia y entonces he ahí la ciudad como un ánima amiga y comprensiva que te va contando sus relatos y todo tiene sentido en esa misma aventura que has comenzado. Puedes usar el plano o simplemente te dejas llevar por la improvisación. París es un laberinto mágico donde jamás te pierdes y siempre encuentras algo de ti perdido en la lejana memoria de tus tiempos. Los tiempos de la ciudad y tus propios tiempos se reencuentran y he ahí la ciudad con sus
brillos y sus tonalidades y sus trasfondos. He vuelto de nuevo en 2015.
¿Existe un ánima en nosotros que representa nuestra singularidad en términos de amor y comprensión en un mundo donde es tan fácil perderse si nuestro cuerpo sólo alcanza las franjas más superficiales del espectro de la existencia? Nacimos como cuerpos, y ser cuerpo es realidad y materia y la realidad y la materia es energía que no puede existir más que como tiempo, como proceso, como espectro en eterno movimiento. Nada ni nadie puede reducir la infinitud de nuestro cuerpo a parámetros de comprensión objetiva, ni de ingeniería social. He ahí nuestra extraña singularidad perdida en sí misma y en el mundo que sólo hasta cierto punto comprende y se cierra en círculos viciosos de
significados repetitivos o locuras civilizadas, cuando no en pérdidas de miedo y terror. Pero he ahí nuestra ánima que se hace visible en sueños o en momentos de serenidad incluso en medio de los más perturbadores acontecimientos reales y palpables. Era Jung quien hablaba del ánima y quizás tenga que releerle, pero el cristianismo nos habla del Espíritu; concepto ya banalizado por las almas beatas y los sacerdotes. Concepto reducido al sensacionalismo de lo emotivo o la retórica vacía de mucha teología. Espíritu, ánima.... singularidad infinita que nos equilibra y nos hace vivir en el sentido.
diferentes bares y bistrós y comiendo buenos bocadillos. Cada calle me abría un mundo. Cada avenida un nuevo universo. Cada plaza era una nueva elección de caminos imprevistos. Cuando se explora una gran ciudad por primera vez en solitario ella te va transmutando en un niño con ojos de pura transparencia y entonces uno ve personajes asomándose o arrimándose a muchas ventanas de todas las edades y de todos los tiempos y todos ellos te van revelando sus nostalgias, sus sueños, sus tristezas y alegrías. Los cuerpos dejan estelas y los edificios y los espacios absorben y sueltan rastros que se van abriendo a la inocencia y entonces he ahí la ciudad como un ánima amiga y comprensiva que te va contando sus relatos y todo tiene sentido en esa misma aventura que has comenzado. Puedes usar el plano o simplemente te dejas llevar por la improvisación. París es un laberinto mágico donde jamás te pierdes y siempre encuentras algo de ti perdido en la lejana memoria de tus tiempos. Los tiempos de la ciudad y tus propios tiempos se reencuentran y he ahí la ciudad con sus
brillos y sus tonalidades y sus trasfondos. He vuelto de nuevo en 2015.
¿Existe un ánima en nosotros que representa nuestra singularidad en términos de amor y comprensión en un mundo donde es tan fácil perderse si nuestro cuerpo sólo alcanza las franjas más superficiales del espectro de la existencia? Nacimos como cuerpos, y ser cuerpo es realidad y materia y la realidad y la materia es energía que no puede existir más que como tiempo, como proceso, como espectro en eterno movimiento. Nada ni nadie puede reducir la infinitud de nuestro cuerpo a parámetros de comprensión objetiva, ni de ingeniería social. He ahí nuestra extraña singularidad perdida en sí misma y en el mundo que sólo hasta cierto punto comprende y se cierra en círculos viciosos de
significados repetitivos o locuras civilizadas, cuando no en pérdidas de miedo y terror. Pero he ahí nuestra ánima que se hace visible en sueños o en momentos de serenidad incluso en medio de los más perturbadores acontecimientos reales y palpables. Era Jung quien hablaba del ánima y quizás tenga que releerle, pero el cristianismo nos habla del Espíritu; concepto ya banalizado por las almas beatas y los sacerdotes. Concepto reducido al sensacionalismo de lo emotivo o la retórica vacía de mucha teología. Espíritu, ánima.... singularidad infinita que nos equilibra y nos hace vivir en el sentido.
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