que sería el que marcaría la norma hablada. Todas las demás formas de hablar el español siempre carecerían de algo que habrían de corregir o aproximarse en lo posible al modelo más correcto. Esta manera de entender el español (o el inglés, o el francés, etc) conlleva también la idea de que el idioma se va “corrompiendo” más y más a medida que “se aleja” de ese centro de corrección; que suele identificarse con el origen diacrónico o histórico del idioma. En el caso del español sería Castilla la Vieja y Valladolid su modelo más puro. Todo lo demás se “iría alejando” de alguna manera de esa “pureza” y llevaría a la formación de dialectos; entendidos estos como variedades más o menos “corruptas” del castellano puro. A un andaluz le escuchamos con gusto y con gracia, pero el andaluz ya sería para muchos un dialecto un tanto contaminado con ceceos y seseos que le “alejarían” del buen hablar castellano. No hablemos ya de Hispanoamérica y sus muchas variedades dialectales cada vez “más alejadas”, en muchos casos, del castellano original. Recuerdo que muchos mexicanos con quienes tenía que tratar por motivos de trabajo se justificaban ante el profesor de español de sus hijos diciendo que ellos hablaban un español pocho y que el español de España era muy bonito y bien hablado. Esta es la forma piramidal de entender un idioma. Pensamos en un centro o vértice que coincide más o menos con el origen histórico, y, luego todo aquello que se aleje del vértice va perdiendo pureza a medida que gana en extensión. Es una idea muy instalada en mucha gente.
Pero las
cosas se pueden entender de forma diferente y para ello habría que cambiar de
chip.
Cuando hablamos de lenguas y sus dialectos en un presente, todo ello responde a las necesidades de la gente en sus intercambios de sentido a la hora de comunicarse, no importa qué territorio habiten, qué posición ocupen en la escala social; qué grupo étnico pertenezcan. Podemos decir con toda tranquilidad que en perspectiva sincrónica todos los hablantes del español en el mundo hablan un español moderno y correcto en la medida que cumple su función comunicativa dentro de su contexto. Así mismo todos los dialectos del español cumplen también con esas exigencias propias de un idioma.
Cuando hablamos de lenguas y sus dialectos en un presente, todo ello responde a las necesidades de la gente en sus intercambios de sentido a la hora de comunicarse, no importa qué territorio habiten, qué posición ocupen en la escala social; qué grupo étnico pertenezcan. Podemos decir con toda tranquilidad que en perspectiva sincrónica todos los hablantes del español en el mundo hablan un español moderno y correcto en la medida que cumple su función comunicativa dentro de su contexto. Así mismo todos los dialectos del español cumplen también con esas exigencias propias de un idioma.
Claro que
para ello hay que cambiar también la idea de dialecto como algo corrupto,
pueblerino, mal hablado, etc.; ya que esa sería una mala definición de
dialecto. Todos los que hablamos español hablamos ya una variedad dialectal de
éste por necesidad. Los madrileños hablan su variedad dialectal, los
bonaerenses hablan la suya; los de Cuba la suya, etc. No hay nadie en el mundo que
no hable alguna variedad dialectal de su idioma. Los de Valladolid hablan su
variante dialectal en sincronía y coexistencia con las demás variedades
dialectales del español. Ni la variedad de Valladolid es mejor o más moderna, o
más pura o más lejana o más cercana; que la variedad de Veracruz en México o la
andaluza o la de Chile. Todas ellas coexisten en un presente y todas ellas
forman y conforman el español como idioma. Esta es la visión sincrónica de la
lengua.
Otra cosa es
la relación de las variedades dialectales con su estándar escrito y normativo.
De todos
los dialectos existentes hablados en el español; uno de ellos se erige como dialecto estándar a efectos de escritura y efectividad comunicativa. Ese español sería el español escrito. Entonces toda la comunidad de habla hispana respeta como normativa la variedad dialectal de más difusión o más poder político, para así poder llevar a cabo su función comunicativa a efectos de producción literaria, comercial, cultural, etc. Este estándar puede variar de país a país en algunos aspectos del idioma, pero en lo fundamental es el mismo en todo el mundo hispánico. Y, es por tanto, obligación de todo hispanohablante (o de todo árabe parlante), etc.. aprender su estándar con la mejor corrección posible a nivel ortográfico y gramatical.
los dialectos existentes hablados en el español; uno de ellos se erige como dialecto estándar a efectos de escritura y efectividad comunicativa. Ese español sería el español escrito. Entonces toda la comunidad de habla hispana respeta como normativa la variedad dialectal de más difusión o más poder político, para así poder llevar a cabo su función comunicativa a efectos de producción literaria, comercial, cultural, etc. Este estándar puede variar de país a país en algunos aspectos del idioma, pero en lo fundamental es el mismo en todo el mundo hispánico. Y, es por tanto, obligación de todo hispanohablante (o de todo árabe parlante), etc.. aprender su estándar con la mejor corrección posible a nivel ortográfico y gramatical.
Entonces, no es verdad que la variedad
dialectal del español de Valladolid sea más correcta que la de El Chaco o
Panamá; ni tampoco más pura o más moderna. Todas las variedades dialectales coexisten
en la misma modernidad, en la misma corrección y en la misma función
comunicativa. Y todas ellas comparten la variedad dialectal estándar para
formar una comunidad de hispanohablantes bajo un denominador común de
comprensibilidad.